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Estada (63)

Altoaragonesa

Es un municipio que hoy pertenece a la comarca del Somontano de Barbastro pero que, al igual que los de Olbena y Estadilla, forma parte del territorio histórico de Ribagorza. Algo similar ocurre con el municipio de Fonz, agrupado actualmente en el Zinca Medio y, sobre todo, con los de La Litera Alta (Peralta-Calasán, Azanui, Camporrells, Baldellou y Baells) que, además de historia y cultura (dialecto ribagorzano en especial), mantienen un sentimiento de afinidad y nostalgia, muy evidente en algunos casos, que nos lleva a pensar que, quizá, este mapa comarcal no sea definitivo. Es posible que el baile multisecular de divisiones en sobrecullidas, veredas, corregimientos, comarcas, partidos y diócesis no haya marcado aún los últimos compases.

Estada es una población de unos 180 habitantes que se sitúa a 382 metros de altitud. Su término está surcado por los ríos Ésera y Zinca, estableciendo éste último el límite natural con el de El Grado. Relieve accidentado en parte por la Sierra de Carrodilla. Lo más característico de la población es su vistoso emplazamiento, dominando la carretera comarcal que desde El Puente de las Pilas se dirige a Graus y a Campo para morir en el Eje Pirenaico. Se apoya en el cortado meridional de un curioso y bello cordón de crestas calizas llamado “Peña de la Espada” que se prolonga en dirección E-O, de modo que presta segura protección, por el lado norte, a las casas que llegan incluso a meterse dentro de la misma; adosadas unas a otras, quedan resguardados sus costados derecho e izquierdo, y sólo al frente, sur, presentaban una fachada a defender. Un pequeño castillo, ya documentado en el siglo XII y del que sólo quedan vestigios, elevado sobre algunas de las agujas, protegía el conjunto.

Según Antonio Ubieto Arteta, Colección diplomática de Pedro I, la primera mención del lugar corresponde a julio de 1.087, cuando se otorgó un documento en “Stata”; en otro del año 1.133, otorgado en Fraga, gobierna Pere Ramón en “Stata”; igual en otro de 1.135; en 1.153, Pere Ramón en “Stada”; en 1.169, Fortún en “Stada”; en 1.206, S. de Antillón “in Stata”. En el Cartulario de Obarra, un documento del 1.171 lleva el signo de Martinus de “Stata”, y en otro del 1.223 aparece un tal “Fortunius de Stada filio dompno Rodrigo”. Observamos una gratificante fijeza entre Stata y Stada, formas que, por otra parte y como veremos más adelante, son totalmente equivalentes desde el punto de vista etimológico.

Como era de esperar, y puesto que la forma “estada” (stada, stata) tiene una gran semejanza con el latín statio-onis, parada, o con status, posición, postura, la “ciencia etimológica de carril”, la toponimia vacía, ligera y falsa, el festival del absurdo y estúpido método comparativo, toda la ciencia dominante en España, en definitiva, ha establecido desde siempre y para siempre que Estada procede del latín y que significa “parada”. Todavía puede adornarse más afirmando el origen paleocristiano de una tal “Villa Stata”. Sin entrar en el análisis lingüístico, por un sencillo ejercicio de sentido común, la tesis debe ser condenada por estúpida desde el inicio. Veamos: Estada ha gravitado siempre (mercados, oficios, servicios, autoridad) en la esfera de una ciudad tan importante y próxima como Barbastro. Se halla a tan solo 12 Kms., o a poco más de dos leguas (una legua 5.572,70 metros), o a unos 76 estadios (un estadio 157,5 metros). Se mida como se mida, muy poca distancia para que un viajero procedente de Barbastro hiciera ya parada a menos de media jornada de camino; o que otro procedente de los valles del Zinca o del Ésera se detuviera poco antes de llegar a su destino. En conclusión, Estada no reunía condiciones para ser una parada especial.

Cambio de tercio o nueva línea argumentativa en el esquema. Los iberos levantaban generalmente sus poblados en lugares elevados, dominando amplios espacios circundantes. En el plano superior, más o menos llano, construían sus viviendas (1); alrededor y aprovechando en ocasiones elementos naturales, levantaban murallas (2); en éstas, necesariamente, se abría una o más puertas para el paso de personas, caballerías, rebaños, carruajes…(3). El conjunto era, con nombre romano, un oppidum (en plural, oppida), y con nombre ibérico una ili, población o ciudad. Este modelo poblacional se inicia ya en el Eneolítico y perdura hasta la invasión romana. Aportamos aquí sendos ejemplos referidos al principio y al final de tan largo período. Primeramente, la ciudad edetana de Lliria (Valencia), en la que se encontraron, al SO del término, restos de un poblado eneolítico, con murallas, torreones de planta circular, puntas de flechas, instrumentos de sílex, molinos de piedra y fragmentos de cerámica. Después, la ciudad de los belos llamada Sekaiza (Ségeda), correspondiente a Belmonte de Calatayud (Zaragoza), que pretendió reparar y levantar sus murallas (amparándose en un pacto anterior y vigente) contra los designios de Roma, la cual acabó enviando contra ella un ejército de 30.000 hombres al mando del cónsul Fulvio Nobilior en el año 153 a. de C., por lo que los indígenas prefirieron abandonar la ciudad y refugiarse en Numancia, dando comienzo así a las guerras numantinas que concluyeron en el 133 con la destrucción de la capital de los arévacos y el exterminio de sus habitantes. De los miles de poblados ibéricos así fortificados, muchos han desparecido sin dejar rastro alguno, habiendo sido reutilizadas hasta las piedras; en otros casos quedan tenues vestigios de murallas y puertas, como p. ej. el cerro de El Castellano, junto a Robres; algunos permanecen ocultos bajo fábricas posteriores (romanas, árabes, cristianas), como por ej. el castillo de Loarre; finalmente, algunos lucen espléndidos, como el de Ullastret, con murallas de más de 4 metros de grosor, con siete torres circulares de refuerzo y hasta siete puertas de acceso.

Pero, además, la interpretación correcta y completa de la lengua ibérica me ha permitido tener acceso a algunos documentos del mayor interés, en especial, a sendos mosaicos confeccionados con la técnica del opus signinum (ver los capítulos Proyecto I y Proyecto II, números LXIV y LXV de mi obra Nosotros, los iberos), con el plano general de dos ciudades que se han confeccionado con carácter previo a la construcción, esto es, dos proyectos de ciudad, con casas, manzanas, murallas, puertas; cuentan además con una especie de anotaciones al margen u observaciones, que rezan así:

- “Para construir la ciudad. Poca cantidad de tiempo. Más laderas. Ciudad redonda de piedra”. (Mosaico de la ciudad ibérica de Andión, mal llamada ciudad romana de Andelos).

- “Proyecto de ciudad. Parte que recibe el sol. Nuestro bosque para refugio propio”. (Mosaico de Caminreal, yacimiento de La Caridad).

De lo expuesto en los dos párrafos anteriores se desprende que el modelo constructivo general no se aviene con el descrito en el párrafo segundo para la villa de Estada. De los tres elementos propios de la ili o iri (recordemos la muy frecuente alternancia r/l) que hemos numerado del 1 al 3, Estada tiene viviendas (1); no puede decirse que falte la muralla, aunque no sea obra humana sino natural: Peña de la Espada (2); pero carece de puertas (3), pues no hay nada ni natural ni humano que se asemeje a ellas. Así pues, Estada no tiene puerta.

El topónimo Estada reúne, desde un punto de vista morfológico, tres de las formas más comunes de la lengua iberovasca, a saber, el adverbio de negación ez, no; la cópula o tercera persona del singular del presente de indicativo del verbo auxiliar izan, ser, estar, tener, haber, soler, parecer…, que es da; y el sustantivo ata, puerta. Desde un punto de vista sintáctico, Estada constituye una oración simple, negativa y transitiva, con sujeto elíptico (población, pueblo, ciudad). En lo semántico, con la máxima concisión, proclama la nota diferencial de la villa respecto del modelo general.

Empezando el análisis por ez, no, diremos que en lengua ibérica el adverbio de negación se sitúa siempre delante del verbo y accede generalmente al primer lugar de la oración negativa. Recordemos algunos ejemplos de entre los ya estudiados por nosotros: Estall (ez-talai), Espulla (ez-bula), Espigantosa (ez-bigantxa-otzan), Estañ (ez-da-ibi-n), Esclops (ez-gorosti-pezo). La consonante final fricativa interdental sorda se pronuncia, como ya sabemos, muy frecuentemente como dorsodental sorda, es. Por último, es habitual la aféresis de la vocal inicial de ez con lo que queda una grafía al principio de palabra de z (zdagun en el bloque pétreo del Cerro de la Bámbola de Bilbilis), o de s (s-babababa-s del plomo del profesor Javier Velaza, o slanilge de la tésera nº 5 de la colección Turiel). Así pues, en Stata, ez > es > (e)s.

Pero ya sea la pronunciación interdental o dorsodental sigue siendo una consonante continua que provoca el ensordecimiento de la oclusiva sonora siguiente. En el topónimo que nos ocupa, la cópula o forma del auxiliar izan es da, por lo que se ensordece a ta, de modo que ezda > ezta >esta. Tal es así que el Dic. Retana recoge como entrada independiente este cambio tan habitual: ezta = no hay, no es, no tiene. Al figurar la acepción “tener” entre las propias del izan, la oración, en principio copulativa, pasa a ser transitiva con exigencia de objeto o complemento directo. Éste último es el sustantivo ata, puerta, que se une a Esta- (o Sta) mediante elipsis al final del primer término: Esta+ata = Est(a)ata o Stata. El significado, incluyendo el sufijo elíptico, sería “la población que no tiene puerta”. Literalmente Estada significa “no tiene puerta”.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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