Epigrafía
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¿Embalsamaban los cadáveres los iberos siquiera ocasionalmente?. A la luz de las averiguaciones de la Arqueología y de la Historia parece obligada la respuesta negativa. La incineración del cuerpo del difunto y el consiguiente depósito de sus cenizas en urnas, desde las más simples (una olla o vasija cubierta con una laja) hasta las más majestuosas (como la magnífica escultura de La Madre conocida como La Dama de Baza) fue general en toda la Península, pese a la infundada tesis de “los campos de urnas” cuya falsa trascendencia proviene, sobre todo, de la sonoridad del término urnenfelder y del prurito de erudición que conlleva. La alternativa a la cremación, la inhumación del cadáver, fue asimismo muy general. Parece como si el transcurso de los siglos y milenios hubiese decantado la vigencia de ambas soluciones en la sociedad actual.
Pero existen hechos y noticias que justifican que, al menos, nos planteemos la cuestión. Veamos:
1. Los guanches sí embalsamaban los cadáveres y lo hacían al estilo egipcio. El proceso constaba de dos fases. En la primera se vaciaba el cuerpo de todas las vísceras que iniciaban y facilitaban la corrupción, empezando por el cerebro, que se extraía por la nariz mediante un gancho, y siguiendo por el tronco, que se abría mediante un corte longitudinal para retirar los pulmones, el corazón, hígado, páncreas, bazo, intestinos, etc., hasta que quedaban solamente la piel, los huesos y los músculos insertados en ellos. En la segunda, dado que el cuerpo todavía conservaba mucha agua, se introducía durante setenta días en una mezcla de sal común y natrón (carbonato sódico cristalino) hasta que quedaba disecado. Reparemos en esta presencia del agua en el cuerpo pues a ella lude el texto que vamos a analizar aquí.
2. Los guanches tenían el mismo origen, etnia y cultura, lengua incluída, que los norteafricanos que llegaron a Iberia (iberos) en un viaje alternativo. Estas dos rutas de emigración, Iberia y Canarias, son de antigüedad inalcanzable, pero, al propio tiempo, de rabiosa actualidad, con noticia diaria del drama de pateras y cayucos. Parece probable que ya las siguieran los llamados hombres de Neandertal, lo que provoca una sonrisa irónica ante la constante “sorpresa” de nuestros gobernantes. Que los guanches hablaban la misma lengua que los iberos lo demuestra una larguísima serie de topónimos canarios, estudiados por mí, en los que luce con todo esplendor la toponimia real, la que da nombre (identifica) y la que, a la vez, describe el lugar a través de su nota más significativa y diferenciadora, la que permite y obliga, en fin, a comprobar sobre el terreno la interpretación hallada. Citaré unos cuantos ejemplos de toponimia “ibérica” en las Islas Canarias: Canarias (lo de los “canes” es otra “boutade”), Orotaba, Teide, Taburiente, Gomera, Garajonai, Tenerife, Lanzarote, Janubio, Palma, etc. Parece, pues, que la conexión norteafricana, desde Egipto hasta Canarias funcionó perfectamente.
3. Los iberos poseían los materiales precisos para embalsamar. El áloe, en especial, era un jugo extraído de las hojas carnosas de una planta del mismo nombre, que en su variedad común, está muy extendida por Andalucía, Murcia y Valencia, además de ser cultivada en jardines.
La Epigrafía ibérica se refiere al áloe en un texto grabado en un “sombrero de copa” de S. Miguel de Lliria (no incluído, como muchos otros, por razones de espacio en esta obra), y lo hace con la voz iberovasca zumit. También el incienso, kei, mencionado en el “letrero de La Closa” (Vinaroz), que, por igual razón, no se estudia en esta obra. Diversas gomorresinas y bálsamos, como los aludidos en la estela del Valle de Ourique y, por supuesto, lienzos, vendas y cintas de lino, cáñamo, seda, lana; colas de las más pegajosas, fibras vegetales y animales para el relleno…
Pues bien, pese a influjos, vecindades y disponibilidad de medios, los iberos no parece que practicaran el embalsamamiento. La prueba fundamental radica en la costumbre de la incineración, aunque, también es muy importante el hecho de que, en la amplísima literatura en torno a la muerte, no mencionen tal práctica ni en una sola oportunidad; bien al contrario, se dice que el destino del hombre (entiéndase de su cuerpo) es “el humo”. Todo ello parece fundamentarse en que no creían, a diferencia de los egipcios, en la resurrección de la carne. Más aún, creían que el inicio de la corrupción del cuerpo era señal cierta de que el alma había logrado la acogida junto a La Madre.
Así resulta de una maravillosa estela funeraria, de piedra arenisca, decorada de forma muy interesante y que merece un detenido estudio, bastante rota, si bien enteramente legible, que fue hallada a tan solo 3 kms. de Binéfar (Huesca), en el lugar de Vispesa. La disposición en cruz del texto se organiza de este modo: primero, leyendo de arriba abajo, y luego, en el horizontal, de derecha a izquierda, debiendo advertir que, en éste faltan los dos primeros signos que , no obstante, son deducibles por el contexto, y que corresponden, sin duda a los representativos de las letras e y z. En realidad, para la perfecta lectura de ambos brazos, deberíamos invertir la cruz, con lo que empezaríamos de abajo arriba, para ver a continuación el tramo horizontal con los signos de pie y de fuera a dentro, esto es, de izquierda a derecha. La fotografía de esta valiosísima pieza ha sido tomada de la pág. 176 de la obra Monumenta linguarum hispanicarum, tomo III, volumen 2, de Jürgen Untermann.
A). Trascripción.
DA(TA)-N
O-R-GE(KE)-I-GE(KE)-L-A-U-R
E-GI(KI)-Z-I-R-A-N
N-E-I-DI(TI)-N
(E)-(S)-GE(KE)-R
B). Secuencias.
DAN
ORGEIGELAUR
EKISIRAN
NEITIN
ESKER
C). Lectura.
Dan
or gei gela ur
ekiz ira(u)n
neit(e) in
esker
D). Análisis morfológico.
dan: locución resultante de la unión de la forma da (es), del auxiliar izan, con el pronombre relativo n, el que, la que, lo que. Literalmente, dan vale por “que es” o “lo que es”.
or: pron. demostrativo: ésto, éste, ésta.
gei: n.: cantidad, masa
gela: participio del v. gela(tu): helada
ur: n.: agua
ekiz: adv. de tiempo: en adelante, de aquí en adelante
iraun: v.: durar, conservarse.
neite: n.: fin
in: v.: hacerse, cumplirse, realizarse
esker: n.: acogida, agradecimiento, amistad, afabilidad, gracia.
E). Análisis fonético.
1. La forma dan es una de las escasas oportunidades en que la lengua ibérica nos muestra expresos tanto al relativo como al auxiliar, ya que, constantemente, venimos traduciendo el relativo n por “el que es, la que es, lo que es” (o bien, está, tiene, suele, parece, etc.).
2. or-gei, gei-gela y gela-ur son yuxtaposiciones necesarias
3. ekiz-ira(u)n, también lo es. Reparemos en este hermoso ejemplo de reducción del diptongo au.
4. neit(e)-in es una acomodación regular con elipsis al final del primer término, único fundamento, ridículo a todas luces, para afirmar, como se viene haciendo, el culto a un supuesto dios ibérico Neitín, y con ello introducir la teoría del politeísmo y desconocer la esencia de la civilización ibérica, asentada en el monoteísmo y la inmortalidad del alma.
5. En esker suponemos la existencia de la vocal inicial desaparecida en le estela, si bien hay que exponer la posibilidad de que el autor, como en otras ocasiones, hubiera escrito la palabra con aféresis de vocal inicial: (e)sker.
F). Traducción literal y propia.
“Esto que es una masa de agua helada, se conservará de aquí en adelante hasta que se cumpla el fin: la acogida”
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