Epigrafía
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Tras reflexionar sobre la fugacidad de la vida humana, vamos a ver en estos cuatro capítulos cómo nuestros antepasados, los iberos, se refieren a lo inesperado de su final, al carácter muchas veces súbito de la muerte. Y, para ello, analizaremos primeramente el epígrafe de la llamada “Lápida del Castillo de Sagunto”(Epigrafía prerromana, pags. 130 y Addenda 31-A), estudiada, asimismo, por Julio Caro Baroja, Sobre la lengua vasca, Editorial Txertoa, S.Sebastián 1.998, pags. 191-192.
Bajo el título “Aretace” y la lectura de las inscripciones funerarias” dice el maestro de Itzea lo siguiente: “Hay varias inscripciones en que se encuentra repetida esta palabra en primer término y es útil consignar que todas ellas son de carácter funerario. La primera es una de Tarragona, recogida ya por Hübner, en que se lee: “Aretace Adinbelaur Antalstar Fulvia Lintearia”. Estas dos últimas palabras en alfabeto latino… En Sagunto se conserva otra concebida, en estos términos:”Aretare sicedudineban nereildun”. Y la que dice:”Aretace aiunibaiseaceteban”. Sospechaba Húbner que ésta era fórmula análoga a “hic situs est” y Gómez Moreno cree que es algo como “Dis (sic) manibus”. Yo creo que significa algo así como “in memoriam” o “consagrado”. En el último caso, el nombre que sigue a la palabra que interesa tiene un primer elemento, “aiu-“, que cabe relacionar con el nombre ibérico “Aio”… o “Aius”… En el mismo vale la pena de subrayar (sic) que la palabra o fórmula que estudiamos ahora en particular se halla dividida de esta suerte: “are tace” o “dace”. Podría pensarse que “are” está en relación con el demostrativo vasco “ara” = he ahí, que podría convenir a una inscripción funeral. “Da” equivale a “es” en el verbo izan. Pero la última sílaba no tendría muy buena explicación, según yo entiendo. Muchas son las inscripciones con palabras que parecen terminar en “-ke” o “-ce”, e incluso en la misma que ahora nos ocupa termina así la segunda palabra. “Ke” existe en vasco como elemento de la conjugación que sirve para indicar potencialidad en el futuro, luego aquí no conviene, y también como sufijo privativo, como variante de “-ge”, “gabe”. La unión de los tres elementos resulta de todas formas dificultosa. La hipótesis de Hübner no parece muy probable, pues, a la luz del vasco. Dentro de este campo de suposiciones poco seguras y que no ofrezco sino a título de curiosidad, cabe aún hacer otras que de primer momento son atractivas siguiendo mi hipótesis.
En el ejemplo segundo creo que hay que leer:”Aretace (“in memoriam”) Sicedudin (nombre propio) eban (de) nere (relacionado acaso con la palabra vasca “nere”= mío) ildun (o il(d)un) relacionado acaso con el verbo “il”= morir: “ilun”= oscuro, apagado (muerto?). Es decir:”En memoria de Sicedudin mi muerto (amado)”.
Sin más, contrapondré mi propia interpretación, del dibujo (arriba) hecho por Zóbel de Zangróniz, (Epigrafía prerromana, pag.131) de la inscripción del “Castillo de Sagunto”
A). Trascripción.
A-R-E-T-A-GE(KE)
S-I-GE(KE)-U-N-I-N-E-BA(PA)-N.
N-E-R-E-I-L-DU(TU)-N.
B). Secuencias.
ARETAKE
SIKEUNINEBAN
NEREILDUN
C). Lectura.
Are take(z). Sik(u) eun ine eban. Nere il dun(tu).
D). Análisis morfológico.
are: adv. de modo: en realidad, realmente. El DRALV dice que se usa siempre con el sufijo inesivo arean= ciertamente.
takez: v.: detenerse cuando menos se esperaba.
siku: adj.: seco, riguroso, estricto.
eun: n.: lienzo.
ine: adj.: variante de iñe = cansado
eban: de ebaki = rendir, extenuar. Por tanto, rendido o extenuado.
nere: pr. posesivo: de mí.
il: n.: la muerte.
duntu: v.: apoderarse, hacerse dueño.
E). Análisis fonético.
1. En la composición aretakez no hay elipsis al final del primer término, ya que una forma ar(e), siendo ar polisémico, impediría la inteligibilidad: yuxtaposición necesaria.
2. Sí encontramos enmudecimiento de la consonante final.
3. Sik(u) presenta elipsis por acomodación.
4. También en in(e), con encuentro de vocales iguales.
5. Como siempre, el infinitivo ibérico dun carece del sufijo contaminante –tu.
F). Traducción literal.
Ciertamente me detuve cuando menos lo esperaba, cansado y rendido en un riguroso lienzo. La muerte se apoderó de mí.
Las posiciones de partida, los principios y los conocimientos concretos de Caro Baroja (en adelante Él) y los míos son diametralmente opuestos. Voy a relacionarlos sucintamente porque los de Ël son muy semejantes a los de la generalidad de los iberistas y etimologistas, de donde se desprenderá la total heterodoxia de mi posición, al propio tiempo que la condena de incomprensión y aislamiento que recaerá sobre mi obra:
1. Él no admite la identidad absoluta entre el vasco histórico y la lengua ibérica, y llega a afirmar que “sólo por pura paletería se puede ser hoy vascoiberista a ultranza o enemigo acérrimo del vascoiberismo”.
2. No descubre en la lengua ibérica su naturaleza aglutinante: en ella no hay “palabras” sino composiciones, concepto éste totalmente indispensable para continuar adelante.
3. De la falta de conocimiento de las normas de composición y derivación, resulta la imposibilidad de separar en una secuencia (p.ej. sicedudineban) las palabras o formas que la integran.
4. Obviamente, sin palabras o formas individualizadas no cabe análisis ni morfológico, ni fonético, ni sintáctico.
5. La adopción del método comparativo le introduce en un profundo e insalvable remolino del que no podrá salir jamás y que, a lo sumo, le permitirá alguna afirmación u ocurrencia indemostrable y vana (por ej.: aiu- vinculado con Aio o Aius).
6. Esta situación le obligará a buscar explicaciones en fantasmas que se llamarán Sicedudin o de cualquier modo, siguiendo el cauce normal de todos los formalistas, lo que les proporciona cierto sosiego: “Si yo me equivoco, nos equivocamos todos”.
7. La interpretación, aunque sea por vía de “suposición” o “curiosidad”, es una locura: “En memoria (falso) de Sicedudin (un fantasma) mi muerto (falso) amado (pura invención).
8. Pero lo grave e inaceptable no son los errores que a todos, inevitablemente, nos acechan, sino estas dos graves consideraciones:
- Tras esta lingüística formal, tan falsa, hay toda una lengua, una cultura y un pueblo maravilloso (que además es el nuestro) que se desconoce y, por ello, se desprecia.
- No pueden la Ciencia y la Universidad españolas seguir engañando a los estudiantes ávidos de conocimientos que acuden a ellas.
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