Epigrafía
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Desde Lliria (Valencia) hasta Almodóvar (Sur de Portugal), en las inmediaciones del Mediterráneo la primera y del Atlántico la segunda, muchos cientos de kilómetros separan a ambas poblaciones que, sin embargo, tienen algo en común: yacimientos arqueológicos en los que se han hallado distintas piezas (vasos de cerámica en un caso y un croquis en piedra en el otro), con textos epigráficos escritos en una misma lengua, la ibérica, que, no obstante las continuas afirmaciones de muchos eruditos, (nunca dejará de sorprenderme la incoherencia de quien extrae conclusiones tras reconocer que no se entiende nada), ni son lenguas distintas (ibérico-levantina y tartésica) ni tan siquiera modalidades diferenciadas, puesto que tanto el régimen como el léxico no presentan ni la más mínima particularidad. Estamos hablando, por supuesto, de la lengua , que no del alfabeto.
En un próximo capítulo estudiaremos un texto epígrafico encontrado en Vareia (yacimiento de La Custodia), Navarra, de modo que, juntamente con los de Lliria y Almodóvar, quede configurado un triángulo bien inscrito en la que es una de las tesis fundamentales de mi obra: los pueblos protonorteafricanos que, a principios del Neolítico, llegaron a “la orilla del Norte” (Iberia), o a “la costa del Norte” (Ispania), ocuparon la Península hasta el último confín. Pero no insistiré más sobre ello, ya que, por una parte, cada nuevo texto epigráfico contribuirá a tejer un manto que acabará por cubrir todo el territorio; por otra, no olvidemos aquí el inmenso valor de la Toponimia que, con su enorme riqueza de materiales, determinará perfectamente el ámbito poblacional y lingüístico de los iberos. Véase el apartado DONDE de la Introducción a mi obra BALIARIDE.
El entrecomillado de la voz estela en el título abre paso a la tercera y última observación previa de este capítulo. Adivinar la naturaleza y función de un objeto que contiene una inscripción ibérica sin entender el mensaje escrito, constituye un ejercicio de funanbulismo intelectual que suele dar con el artista por los suelos. El número de ejemplos es elevadísimo. Así, una valiosa pieza del siglo II a. de C., procedente de las ruinas de Ampurias, es catalogada como un pondus, cuando en realidad se trata de una tabla de hacer quesos. Las mal llamadas téseras de hospitalidad representan el supuesto más sobresaliente de lo que venimos diciendo atendida su enorme cuantía: Del centenar largo de inscripciones ibéricas (ibérico-levantinas, tartésicas, lusitanas, celtibéricas…) que se estudian en la ingente obra Epigrafía prerromana, Real Academia de la Historia, Gabinete de Antigüedades, Madrid 2003, y que se tienen por auténticas, 44 son catalogadas como tales. Pues bien, en sentido propio no hay una sola tésera de hospitalidad en epigrafía ibérica. Habremos de volver sobre este tema en otra ocasión.
No hay, tampoco, estela funeraria, pese a la apariencia, en el caso que nos ocupa. Se trata de un croquis descriptivo del enterramiento de una persona principal o, al menos, importante por el número de familiares, allegados y deudos, lo que resulta de la amplitud y complejidad del recinto, con entrada, atrio, comitiva, cámara sepulcral bien separada y corredor en torno a ella. Cada uno de estos elementos está bien señalado y, siendo en número de cinco, cuatro se sitúan mediante otros tantos párrafos sobrepuestos, mientras que el quinto, la cámara sepulcral, en el centro, se significa con un dibujo esquemático del cadáver. De estos párrafos, los tres primeros, sin separación alguna, se inscriben en el espacio más externo, y, sintácticamente, son tres oraciones copulativas cada una de las cuales tiene elípticos tanto al sujeto como a la cópula, que se sustituyen por la identificación del sitio, que viene a decir: Esto es … El cuarto, que llena los tres lados del espacio intermedio, es asimismo otra oración copulativa con sujeto y verbo elípticos, pero que tiene una oración subordinada de relativo en función de complemento circunstancial de lugar.
Todo ello queda patente en la fotografía de este croquis hecho, sin duda, con finalidad didáctica.
A). Transcripción.
1. GU(KU)-R-E-S-A-R.
2. GU(KU)-E-A-DA(TA)-A-N.
3. GU(KU)-A-O-GU(KU).
4. I-R-U-A-L-DE(TE)-U-S-I-GU(KU)-L-N-A-DA(TA)-BA(PA)-O-N-DE(TE)-I-M-U-S-A-DE(TE).
B). Secuencia.
1. GURESAR.
2. GUEATAAN.
3. GUAOKU.
4. IRUALDEUSIKULNATABAONTEIMUSATE.
C). Lectura.
1. Gure sar.
2. Gu(n)e ataan.
3. Gu aoku.
4. Iru alde usi kul(u)n ataba ontei musa-te.
D). Análisis morfológico.
gure: pr. y adj. posesivo: nuestra.
sar: n.: entrada. Observemos la falta de la desinencia –tu (sartu).
gune: n.: espacio, lugar, parte, zona.
ataan: n.: portal, atrio.
gu: pr.: nosotros.
aoku: n.: comitiva.
iru: adj. numeral: tres.
alde: n.: lados.
usi: adv.: frecuentemente.
kulu: v.: venir a dar, concurrir.
n: pr. relativo: que, los cuales.
ataba: n.: córbona, según el DRALV; cámara sepulcral. También aquí falta la desinencia –ka (atabaka).
ontei: n.: reposo, descanso, bienestar.
musa: v.: sufrir un parón en la vegetación (DRAL). De aquí, quedar inmóvil, fenecer.
-te: sufijo de nominalización. Por consiguiente, musa-te = difunto.
E). Análisis fonético.
- En sar(tu) hay caída de la vocal átona final, sart(u) y posterior simplificación del grupo consonántico rt.
- en gu(n)e hay enmudecimiento de /n/ en posición intervocálica.
- en kul(u)n encontramos haplologia de la segunda /u/.
- ataba(ka) nos muestra caída de la vocal átona final, seguida del enmudecimiento de la consonante final /k/.
- ontei es una composición formada por on = bueno, y tegi = refugio, y su segundo elemento tiene caída de oclusiva intervocálica.
- musa, como muchísimos otros verbos, presenta en el DRALV la desinencia de infinitivo –tu, la cual es considerada, al igual que –du, como un claro ejemplo de contaminación latina que, obviamente, no pudo darse en la lengua ibérica. Presenta, asimismo, m- inicial protética, pues existe la raíz usa con valor de parar.
- con carácter general, nuevos ejemplos de la constante ambivalencia oclusiva sonora/sorda en todos los signos silábicos ibéricos.
F). Traducción literal.
Nuestra entrada. Parte del atrio. La comitiva de nosotros. Tres lados que frecuentemente vienen a dar a la córbona de descanso del difunto.
G). Traducción propia.
Ésta es nuestra entrada. Ésta, la parte del atrio. Ésta es nuestra comitiva. Éstos son los tres lados que, generalmente, vienen a dar sobre la cámara sepulcral donde descansa el difunto.
Una vez más, ante tan extrema fidelidad formal y semántica, quiero expresar mi admiración sin límites hacia la maravillosa tradición oral a lo largo de muchos milenios y, por supuesto, hacia el pueblo que ha sido capaz de preservarla.
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