CIADUEÑA (Soria)
Ibérica
La lengua ibérica se entiende perfectamente. Es de naturaleza aglutinante. La aglutinación es la unión REGLADA de dos o más formas, buscando el acortamiento con disminución silábica siempre que no obste a la inteligibilidad del texto. La regla fundamental es la elipsis al final del primer término. Cuando no procede la elipsis -hay tres casos- actúa la yuxtaposición necesaria. Está regida por una enorme fuerza de compresión interna que se manifiesta en 9 fenómenos fonéticos de elisión. Hay otros 11 fenómenos fonéticos de simple alteración. El resultado de todo ello son las “construcciones intelectuales” o “engendros lingüísticos” que se nos presentan continuamente (IUNSTIR, LIGINE, BONANDITE, LUTAZ… y un millón más). No son formas simples ni composiciones propiamente dichas, no sirven de punto de partida para analogías ni suposiciones, tales como nombres de personas. Se deben “deconstruir”, recuperando las formas simples iniciales. No hacerlo así explica el fracaso multisecular y estruendoso de nuestra lingüística. Una vez recuperadas, todas, sin excepción figuran en un buen Diccionario, como el DRALV, del vasco antiguo. Ésta lengua y la ibérica tienen un léxico común, son una y la misma lengua. Sé muy bien que mi interpretación es sumamente original (estoy casi solo), bastante compleja (muchas personas no la entienden) y, especialmente, demoledora (léase antipática para casi todos). Un ejemplo bien sencillo.
La “Academia.edu” me brinda un trabajo titulado “Una nueva tésera celtibérica, procedente de Ciadueña (Soria)”, del que son autores los profesores Jesús Rodríguez Morales y Fernando Fernández Palacios que hablan de una nueva “tésera geométrica con inscripción celtibérica”. En una Introducción ejemplar – me limitaré hoy al estudio del topónimo CIADUEÑA- nos describen los cinco yacimientos del entorno y nos dan noticias tan valiosas como estas: “A mediados del siglo XIX se reconocían restos antiguos en la aldea de Ciadueña. En 1.846, el Diccionario de Madoz informa que la localidad está “en la cúspide de un pequeño cerro… rodeado el pueblo de un barranco a manera de foso”. Y más adelante, en 1.886, según autor anónimo, se decribía así el lugar: “Agregado al municipio de Barca, y situado sobre un pequeño cerro, rodeado de un barranco a modo de foso que bien pudo serlo en otra época…”. Subrayemos las voces “pequeño” y “cerro”. Observemos asimismo el mapa que, tomado del mismo trabajo, inserto al final. Pero el estudio toponímico, con aportaciones ajenas en las que no me detendré, muestra las dos graves y constantes carencias: el desconocimiento de la lengua ibérica, primero, y el método comparativo o formal que lleva a aducir el latín civitas como étimo subyacente, después.
Con todo, el topónimo es ibérico por su forma y perfectamente descriptivo por el contenido. Consta de la voz ibérica ZI, punta, a la que viene a unirse el adjetivo ADOR, seca; enlazan por yuxtaposición ya que la elipsis al final del primer término, Z(i)ADOR, induciría a confusión (caso a) puesto que zador vale por “sendero”. Por último se aglutina otro adjetivo, ÑA, pequeña. Éste enlaza con elipsis al final del primer término, ZIADO(r)ÑA. Observemos la diptongación o > ue que, sin distinguir el origen (latino, ibérico, árabe…) se aplica constantemente. En purísima lengua ibérica CIADUEÑA significa “la punta pequeña y seca”.
Comprobaciones.- Las tres voces ibéricas “deconstruídas” están:
ZI, n.: punta. DRALV, vol. 9, pág. 3.976.
ADOR, adj.: seca. DRALV, vol. 1, pág. 54.
ÑA, adj.: pequeña. DRALV, vol. 7, pág. 3.043.