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Castigaleu – 382 a

Altoaragonesa

La obra Mancomunidad del Valle del Isábena, coordinada por Javier Larruy Español, es un ejemplo perfecto de que “para apretar mucho hay que abarcar poco”, pues se limita a describir con todo lujo de detalles los municipios de Monesma-Cajigar, Castigaleu y Lascuarre. Magnífica fuente de información, amplia, rigurosa, completa, de la que aquí vamos a aprovechar todo cuanto nos interesa para el estudio del topónimo Castigaleu.

Castigaleu es una población de 117 h., que alcanzó un pico máximo entre 1.930 y 1.940 de 351. En su término municipal, del que es cabecera, se incluyen los lugares y aldeas de San Llorens, Llenero, Llebot, Pucharcós, Santamasas y caserío de El Puy, además de un buen número de casas deshabitadas. En el conjunto urbano descuella la iglesia parroquial de San Martín, de nave única y estilo gótico renacentista; canónicamente orientada cuenta con ábside poligonal y recios contrafuertes que sujetan y circundan la estructura. El crismón trinitario se halla en la cara este del contrafuerte central, lo que, unido a parte de los muros laterales –probablemente de la primera época- hablan de un origen románico muy alterado en los siglos XV-XVI. En el entorno se localizan tres ermitas románicas: San Andrés, San Isidro y San Miguel, así como las exiguas ruinas de otra en el Mas de Llenero.

En la documentación histórica se ha querido ver, quizá sin el suficiente rigor en alguna de ellas, alusiones a Castigaleu con las formas Castigalon, Castillilgu, Castellilgu, Castelilgo, Castro Galet y Kastilligu; tengamos en cuenta que la terminación –ilgu sirvió a los escribas medievales para “latinizar” terminaciones ibéricas en –illo, como es el caso de Guasillo (Jacetania) mutado a Guasilgu. Y que, por otra parte, el antiquísimo monasterio de Castillón, se documenta como Castillilgu (ver la Colección diplomática de la Catedral de Huesca, de D. Antonio Durán Gudiol).

El pueblo se sitúa a la derecha, aguas arriba, del río Caixigá, que por la derecha recibe varios barrancos (S. Antonio, Subirana, Pucharcós, Santamasas…), y por la izquierda el de Ribañé (ver nº 221 de esta serie). Se sitúa en un llano –una hondonada que forman dos montes y resguardado de los vientos del oeste por uno de ellos, al decir de Pascual Madoz- que se extiende por el noreste, este y sur. Añade el mismo autor que “el terreno es flojo, árido y pedregoso”. Este punto, el de la naturaleza del terreno, es importante para nuestro estudio, por lo que trascribimos textos de la obra Mancomunidad del Valle del Isábena: “Los suelos de la zona son calizos y gran parte de la zona está atravesada por una zona de margas azules que recorre el pre-Pirineo aragonés desde Cataluña a Navarra… Castigaleu posee un clima seco y de veranos muy cálidos e inviernos bastante fríos”. Si recopilamos todas las notas que caracterizan el terreno –flojo, árido, pedregoso, calizo y seco- estamos ya en disposición de analizar el contenido o descripción del topónimo Castigaleu.

Dicen que errar es de sabios … y de no tan sabios y, desde luego, yo he errado más de una vez y me temo que lo seguiré haciendo. Esto viene a cuento de mi primera interpretación, errónea, del topónimo que nos ocupa, la cual fue recogida en la citada obra Mancomunidad… Odio los llamados topónimos “de propiedad” –terminación –os, -ues, -ue, -ui- por la simple razón de que no permiten la comprobación sobre el terreno de la interpretación hallada: si llego, por ejemplo, a la conclusión de que Beranuy significa “la propiedad del hombre afable”, o que Angüés vale por “la propiedad del hombre cruel”, puedo aceptarlo o no pero resulta imposible una comprobación. Quedo en posición insegura, sometido al albur de que una nueva voz ibérica, desconocida hasta el momento (como es leu o leun, llano) venga a destruir aquella interpretación.

Castigaleu es un topónimo ibérico compuesto de tres formas o elementos. El primero es kasta, étimo del castellano “casta”, y que vale por clase, condición, especie, índole, naturaleza; voz muy acreditada que hemos hallado en topónimos como Castanesa, Castarlenas, Castarnés, Castillazuelo… Pero también kasta(tu) es el étimo del castellano gastar, consumir y éste es, precisamente el camino que me condujo al error primero. A kasta se aglutina igar, seco, árido que, por caída de la oclusiva intervocálica, presenta variante iar y, de ésta, ear; perfectamente documentada en IBA(R))-IAR, “ha secado el valle”, Plato de plata de Abengibre; en TETE-IAR, “espanta la sequía”, Plomo de Pech Mahó; en GUN EZUR IAR, “tuétano de hueso seco”, Untermann D, 7.1; y en topónimos como Gurrea (Orreia) < orren iar, “muy seca o árida”, y Charo (Iaro) < iar aro, “de naturaleza seca”. Ambas formas enlazan con elipsis al final del primer término: kast(a)igar. Por último, la pieza maestra que me faltó inicialmente: leu o leun, llano, y que también se acomoda con elipsis al final del primer término: kastiga(r)leu. El topónimo Castigaleu, perfectamente descriptivo, significa “el llano de naturaleza seca o árida”.

 


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