Toponimia
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Cuando hace años estuve en Riguala, aldea que sólo cuenta con una casa habitada, la dueña de ésta me contó una historia de moros. Decía que los moros de aquel país habían llegado a ser inmensamente ricos en monedas, joyas y objetos de oro, tanto que decidieron fundirlo todo y hacer un enorme novillo de oro; acto seguido lo escondieron en las profundidades más inalcanzables del Brocoló. Al parecer tuvieron que huir precipitadamente y sin tiempo para llevarse el novillo que quedó allí. Desde ese momento han sido muchos los que han intentado encontrarlo, aunque sin éxito. En una ocasión, un hombre provisto de herramientas se internó por una profunda gruta: nunca más volvió a salir, y tan solo encontraron el pico y la pala abandonados. De modo que, lector amigo, el novillo de oro sigue en la montaña dorada-rojiza del Brocoló. ¿Quién se anima?. Novillo, becerro o quizá carnero, pero de oro y muy grande-muy grande…
Antes de llegar a La Puebla de Roda, ruta del Isábena arriba, ya vemos en la orilla izquierda del río la inconfundible silueta del Brocoló; lo seguiremos viendo a la vuelta de Esdolomada y Carrasquero, desde Güell, más próximo desde Sarradui, y si desde La Puebla cruzamos hacia Monesma y Caixigá nos brindará su cara Sur-Sureste que se yergue dominante sobre la llanura. Parece ser el resultado de la irrupción vertical, de abajo arriba, de un enorme cilindro rocoso desde las profundidades de la tierra por el centro de una montaña cónica, dejando a modo de peana, una base troncocónica rematada por una mole de paredes verticales abierta al cierto con unas ondulaciones que despiertan la imaginación.
En efecto, Brocoló puede ser encuadrado dentro del grupo de topónimos que vengo llamando imaginativos, en los que una mole, objeto, línea o perfil, sugieren la forma de algo muy familiar y conocido como si la naturaleza se hubiese entretenido en modelar, esculpir o dibujar para maravilla de los pobres transeúntes bípedos. La montaña sugiere con claridad una imagen muy habitual: por la derecha, E, una pared vertical sumamente curvada parece la testuz y el morro de un novillo o carnero con la cabeza baja; la nuca, bien dibujada, desciende hacia el cuello y se levanta luego en una pequeña loma que parece el espaldar; tras la vaguada del lomo, siempre hacia la izquierda, vuelve a elevarse dibujando las ancas o cuartos traseros y, ya descendiendo, un saliente sugiere la cola corta y gruesa, bajo la cual la pared vertical del O hunde las patas en la misma base.
Borro o boro (con habitual debilitamiento de /R/) significa morueco o mardano, pero también carnero de un año principalmente de lucha; y el representado no parece viejo porque no se le aprecian cuernos. Una vez más nos encontramos con la síncopa de vocal tras oclusiva seguida de /r/ e igual vocal, de modo que boro > b(o)ro. Tras el sustantivo, el calificativo, que aquí es kolo. El DRAE recoge esta forma como “sufijo diminutivo que se usa en pocas palabras, es sufijo muerto”. Pero de que estuvo vivo y operativo ya tenemos evidencia: boro, en su primera acepción de carnero, morueco o mardano, seguido de kolo, forman una composición boro+kolo > b(o)rokolo y Brocoló, con significado evidente de “el carnero joven”. ¿Habremos encontrado el novillo de oro de los moros?. De cualquier modo es hermoso comprobar como la leyenda y la toponimia real van en ocasiones de la mano.
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