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Bentamillo – 261 (a)

Altoaragonesa

Hace más de diez años, cuando escribía mi segunda obra de toponimia que llevaba por título De Ribagorza a Tartesos. Topónimos, toponimia y lengua iberovasca, y al tratar del congosto de Bentamillo, págs. 427-29, decía: “Lo que sí es seguro y serio es la imposibilidad absoluta de atravesar el congosto de Bentamillo junto al río, antes de que se abriese la carretera hace cien años. Por cierto y a modo de inciso: un siglo después sigue con el mismo trazado, el tráfico se ha multiplicado por mil, con algunos vehículos enormes, y el riesgo y la vergüenza consiguientes deberían tener insomnes a algunos jerifaltes: es el tramo Campo-Castejón de Sos de la N-260 (ahora Eje Pirenaico), rémora para el progreso, de conducción infame y trampa mortal para algunos, ¿qué más hace falta para agilizar su mejora?”. Estos diez años han volado entre proyectos y contraproyectos, algunos rayanos en la ciencia ficción, mínimas asignaciones para estudios, siempre bajo la sombra de la irracionalidad y el enorme despilfarro de dinero, con el lamento constante y las quejas inútiles de usuarios y vecinos, y con otro problema tan grande o mayor que se seguiría a éste, cual es la continuidad del Eje Pirenaico por los vericuetos del Coll de Fadas y Coll de la Espina hasta enlazar con la ruta ya construida desde El Pont de Suert en adelante. La solución sensata y racional, sumamente útil y rápida, impuesta por la más estricta prudencia en el gasto, está pergeñada en mi blog www.iberiasegunmascaray.es, sección Novedades, entrada 6 de julio de 2.012.

Hay una tradición, y también algún documento, que nos relata en forma pormenorizada y hasta jocosa, de qué manera se realizaba la comunicación y el comercio entre “la terra baixa”, cuyo centro más próximo e importante era Barbastro, y “la montaña”, al N de Campo. El camino carretero, durante siglos, (llamado camino general o real) y la precaria carretera de finales del siglo XIX y principios del XX, partía del Somontano (Barbastro) y pasando por Graus y Campo llegaba hasta Benasque. Hasta la apertura de la carretera, los carros, primero, y los pequeños vehículos motorizados, después, se detenían en la llamada “Casilla de Aiguasallenz”, lugar hasta el que bajaban “los montañeses” con sus caballerías o bestias de carga, comerciaban, cargaban y regresaban a sus puntos de origen. Sus compras habituales: vino, aceite, azúcar, sal, arroz, bacalao, etc., además de los encargos concretos que habían hecho en el viaje anterior. Según la procedencia y destino, el viaje podía ser de muchas horas, y aún en las circunstancias más favorables podía resultar conveniente la pernocta en algún lugar de la ruta.

Antes de llegar a Seira (no había Colonia ni industria hidroeléctrica alguna), el camino real se situaba a la derecha, aguas abajo, del cauce del Ésera. Muy próxima a Seira con desvío a la derecha del camino que continuaba hacia Barbaruens, la ermita de la Virgen de Piedad; después, iba torciendo hacia el E y se aproximaba al paraje de Las Cambras, se asomaba al sobrecogedor precipicio del Bentamillo y, acto seguido, llegaba a la fuente de Rispasó. Más hacia el norte, la ermita de La Encontrada, ya en los aledaños de Chía. La toponimia que estamos citando (Ésera, Seira, Barbaruens, Bentamillo, Rispasó y Chía) es incuestionablemente ibérica, lo cual nos sitúa en épocas tan pretéritas que nuestras afirmaciones tienen más de deducciones que de datos contrastados. Afortunadamente, los dos topónimos Bentamillo y Rispasó, al igual que Las Cambras, son tan expresivos y coherentes entre sí que dan a nuestra interpretación todos los visos de verosimilitud.

Bentamillo es una composición de la lengua ibérica formada por tres elementos o formas: benta + amil + lo. Benta se define en el Diccionario Retana de Autoridades como “casa de huéspedes en caminos despoblados. Ha dado lugar a topónimos como Matxin-benta, Lapur-benta, Benta-txuri, Benta-aundi, etc.”. Y, añadimos nosotros, a una infinidad de topónimos más, entre los que citamos los que ya hemos analizado: Bentolá (El Pont de Suert), Bentué de Rasal (Arguís), Bentué de Nocito (Sabiñánigo), Benta Ballerías (Huerto) y Las Bentas de Sta. Lucía (Graus). No obstante, si la voz castellana venta, no acción de vender sino “casa establecida en los caminos o despoblados para hospedaje de los pasajeros”, se extiende por toda la Península y, además, la RAE afirma que procede del latín vendita, derivado de vendere, cabe preguntarse si el ibérico benta no es más que unpréstamo del latín. Rotundamente, no. Hay una una regla de oro que no admite excepción: si una voz como benta entra en composición con otras voces ibéricas, aquélla (benta) también lo es. La similitud de formas y significados queda explicada una vez más por lo que venimos llamando “cuadrado lingüístico”: ibérico (A)- etrusco (B)- latín (C)- lenguas romances (D). El benta ibérico es una manifestación más del sentido AD (ibérico a lengua romance), sin que ello obste a una nueva vía: del etrusco al latín –BC-, y de éste a las mismas lenguas romances –CD-.

En confirmación de lo anterior, amil es voz exclusivamente ibérica; significa precipicio, y se une a benta con elipsis al final del primer término por encuentro de vocales iguales: bent(a)amil. Por último, lo, agente de tercer grado del verbo lo(tu), sobrecoger, y en consecuencia, que sobrecoge o sobrecogedor. Esta voz lo supone corrección a mi análisis anterior de Bentamillo ya que no me apareció con evidencia hasta estudiar los topónimos Riglos y Loarre (vid. en esta serie). Ahora la perfección formal y semántica es completa: bent(a)amil-lo > Bentamillo, que significa “la casa de huéspedes en el camino del precipicio sobrecogedor”.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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