Toponimia
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Situación: Municipio, 16-B-1 y 2.
Étimo: (beni) albo uhar.
Interpretación: las presas de agua turbia.
He aquí uno de los topónimos ibéricos más intrincados de la toponimia balear, cuya resolución exigirá todo el rigor y pondrá prueba el nivel de nuestros conocimientos. Para mayor claridad, segmentaremos la exposición del modo siguiente:
1. Se trata de un topónimo muy enmascarado y tiene una apariencia árabe evidente que, en efecto, es apariencia y no realidad. Recordemos, por ejemplo, el topónimo Albufera, en el que el arabismo no va más allá de la aglutinación del artículo al. Aquí se aglutina la preposición beni, la cual, por el vocalismo dominante en Albúfar, se transforma normalmente en Bani-albúfar, y por palatalización de n ante i, en Bañalbúfar. Por consiguiente, forma a analizar, Albúfar.
2. La forma Albúfar está muy próxima a Albufera, y quizá esta semejanza sea suficiente para la toponimia formal, pero la real o descriptiva que planteamos y seguimos con celo, no solo no busca la semejanza, sino que huye de ella como argumento, pues la considera antesala del error que conduce directamente a él. En efecto, en Albufera hay aglutinación del artículo árabe, de modo que, guiados por la semejanza, encontraríamos en Benialbúfar dos aglutinaciones sucesivas: la de beni, primero, y la de al, después, supuesto totalmente insólito. Pero es que, además, el uhar residual, tras las dos aglutinaciones, no podría tener origen en bufa, vapor o exalación, ni en bufera, delicado o sensible, por una evidente incompatibilidad semántica. No habiendo aglutinación del artículo árabe al en Albúfar, debemos estudiar esta forma como topónimo compacto, como composición de la lengua ibérica.
3. Esta composición tiene interpretación y solución, lingüística y semántica, perfectas en la lengua ibérica, tan afinada y especial que no dejará asomo de duda, además de confirmar lo dicho hasta aquí respecto de las aglutinaciones. Una vez más, se disuelve el pretendido origen árabe de los topónimos baleáricos. Es hora ya de hacer una afirmación general y trascendente: la toponimia balear (la macrotoponimia en especial) es abrumadoramente ibérica. Y ello porque, siendo esta toponimia muchas veces milenaria y densísima, los árabes, para entenderse, hubieron de adaptarse a la preexistente a su llegada. Más aún, el origen ibérico de la toponimia balear tiene correspondencia e influjo en otros campos (agricultura, especies vegetales, artesanía, construcciones…), en los que se han atribuido falsamente a los invasores africanos introducciones de elementos culturales, conocimientos, técnicas y progresos propios de la población autóctona. Precisamente, en Benialbúfar vamos a encontrar una hermosa y concluyente prueba de esta afirmación.
4. Aceptado un topónimo Albúfar compacto y completo, no acaban las dificultades. El primer elemento de la composición es necesariamente albo, del cual, ni siquiera un Diccionario tan completo como el Retana de Autoridades, recoge directamente su valor de “presa u obstáculo”, que hay que deducir de otras voces: albo-adar, rama travesera, siendo adar rama; albo-akats, dificultades, siendo akats tajo o mella; y, sobre todo, albo-gizt, llave de presa, siendo gitz llave.
5. Pero, siendo el primer elemento albo, ¿porqué ha pasado a albu?. La respuesta está en el segundo elemento de la composición que debe empezar necesariamente por u, para que esta vocal, tras la elipsis al final del primer término, dé inicio al resto de la composición.
6. Este segundo elemento del que conocemos su vocal inicial u- es uhar, aguas turbias, también sustantivo y en función de complemento nominal. Uhar es una voz ya conocida en nuestros estudios toponímicos presente en Guart y Guarga, y es toda una lección del comportamiento de las oclusivas en posición intervocálica, en el caso presente la /p/. La bilabial sorda tuvo una correspondiente aspirada, la /ph/, de la que procede la /f/ en un sinnúmero de topónimos. Pero en el proceso p > ph > f hay una nueva fase que se manifiesta en lenguas vivas hoy en día: f > h, como en bafo > vaho. Finalmente, la desaparición de esta huella de aspiración, con lo que (secuencia completa) p > ph > f > h > -. En la voz uhar que recoge el Diccionario Retana vemos el proceso en su penúltima fase -también recoge la últina, uar, con idéntico valor- que nos lleva directamente a la anterior, ufar, presente en Albúfar.
7. Mi toponimia real o substancial me obliga a comprobar sobre el terreno la interpretación hallada “en laboratorio”. En Albúfar es “las presas de aguas turbias”. Y para que no se me pueda imputar tendenciosidad o voluntarismo en la observación, utilizaré, como siempre que me resulta posible, la descripción de un tercero situado a miles de años luz de mis tesis y trabajos, esta vez el Könemann, Mallorca, cultura y placer, págs. 92-94: “los árabes sacaron el mayor partido de la protegida situación de Banyalbúfar, que se encontraba entre rocas y en suave descenso hacia el mar, creando rellanos, es decir, terrazas, en la pendiente. Volvieron a utilizar en la misma pendiente las piedras y terrones que iban arrancando; al pie de cada nuevo terreno construían con las piedras muros de mampostería que soportaban la valiosa tierra y frenaban las corrientes de agua en su descenso. Estas parcelas están atravesadas por zanjas, canales y surcos y cuentan con aljibes angulares y circulares para recoger las aguas del Puig de la Planicia. De acuerdo con el principio de desbardamiento, el agua fluye del aljibe fuente a la primera parcela, donde se distribuye y llega hasta las plantas reduciendo al máximo la evaporación, para ser recogida al final de la parcela inferior. Al finalizar el recorrido el agua llega a la población, donde alimenta fuentes y aljibes subterráneos con lo que aún queda de los campos. Por fácil y divertido que parezca, este sistema activa grandes fuerzas de la naturaleza y sólo funciona si los muros de piedra se conservan en buenas condiciones. En el siglo XX algunos agricultores han intentado utilizar bloques, fabricados industrialmente, para evitar la trabajosa construcción de muros secos, pero el intento no ha cuajado; por la presión del agua y de la tierra, los bloques se resquebrajan antes que los muros secos tradicionales, que son más elásticos”. Ya antes, el mismo autor había dicho: “durante mucho tiempo se mantuvo la versión oficial de que fueron exclusivamente los árabes quienes aplicaron su mano de expertos en arquitectura del paisaje. En las últimas décadas del siglo XX y coincidiendo con una reactivación de la búsqueda de identidad y de una nueva conciencia de identidad nacional mallorquina, ha aparecido una nueva interpretación según la cual los primitivos honderos iniciaron la urbanización de estas suaves pendientes”.
Mayor rotundidad, imposible. Las aguas de riego, repetidamente represadas por la mano del hombre, adquieren turbiedad progresiva por las disoluciones y arrastres en cada riego, turbiedad bien manifiesta en los aljibes. Y fueron nuestros antepasados iberos, muchísimo más que simples honderos, quienes concibieron y ejecutaron las obras, y quienes las describieron en su lengua propia, la ibérica, diciendo Albúfar, “las presas de aguas turbias”. ¿Hasta cúando tanto entreguismo de lo propio y sobrevaloración de lo ajeno?. ¿Cuándo nos sentiremos, orgullosos y conscientes, descendientes leales de nuestros ancestros, repetidamente olvidados, si no menospreciados?. ¿Cuándo sabremos quienes somos?.
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