Toponimia
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En pocas ocasiones como en la presente, estoy tan convencido de poder transmitir a mis lectores algo interesante, valioso. No quiero ocultar mi satisfacción (mi único y solitario rendimiento), por ello (la transmisión) y por varios motivos más. Veámoslos, siquiera sucintamente:
Batlaitus (por favor, esta T implosiva es de importancia capital para la etimología), es un topónimo endiablado. Me plantó cara, se resistió y me derrotó, hace ya muchos años, cuando luchaba con otros orónimos como Bardamina, Malaía, Maladeta y otros. Aquella forma Balaitus, hoy arrumbada por mí y espero que por todos aquellos que amen toda verdad, la lingüística incluída, presentaba un frente, Bal- , punto de partida de muchos caminos (Val, Bal, Bala, Bar, Bara, Pal, Pala, Mala…, sin pensar en posibles aféresis de vocal inicial silábica, como (a)bal, (a)ball, (u)bal, etc.) que casi de inmediato se revelaban falsos o ciegos. Durante casi diez años ha permanecido incrustado en mi subconsciente, dando un paso al frente en ocasiones, siempre fanfarrón y retador. Al fin he podido agarrarlo por las orejas.
Paralelamente, aquel Balaitus venía acompañado, como si de una rémora se tratase, de la consabida explicación románica y formalista, siempre macarrónica, atrevida y desesperante. En esta ocasión se hablaba de un “Bal Leitús o Laitús”, ya porque las aguas del valle de Azún bajaran con una coloración lechosa, ya porque la nieve le diera a los valles aspecto blanquecino o lechoso. Hace falta tener mucha osadía, “barra” o insensatez para hablar de valle, val o bal ante una mastodóntica mole de 3.144 metros. Ya me he repetido muchas veces sobre las hazañas del método formal o de emparejamiento de cromos. Iré directamente al final: es preciso suspender los estudios de Filología al menos en seis de sus ramas o especialidades, indemnizar a los alumnos y reciclar a los profesores. Entiendo que las bajísimas cifras de alumnos matriculados responden, en parte, al convencimiento de que se ofrece una enseñanza de pésima calidad.
Por último, si vemos un arañazo sobre una pared, pensaremos en buena lógica que se ha podido producir sin intervención humana; pero si en la misma pared aparece una ecuación algebraica bien planteada y resuelta, con igual lógica, debemos suponer la actuación humana. De igual modo, los topónimos muy complejos, como Batlaitus, tienen un inmenso valor probatorio de todas aquellas afirmaciones y tesis que, un día que espero no muy lejano, constituirán los fundamentos de una nueva Lingüística ibérica e ispánica (sic). La naturaleza aglutinante de la lengua ibérica y, en consecuencia, la constante presencia de composiciones y derivaciones; las normas fundamentales de unión, sutura o enlace; la identidad absoluta de la lengua ibérica y el llamado vasco antiguo; la disponibilidad, por tanto, de miles de voces que explican hasta el último detalle de topónimos y textos epigráficos; la evidencia de que la lengua ibérica se entiende perfectamente; el conocimiento de una civilización, ibérica y nuestra, que, en el orden moral, no ha sido jamás superada; en fin, la vergüenza ante el maltrato, desprecio, sectarismo e ignorancia que los españoles en general hemos sido capaces de dispensar a este capítulo primero de nuestros orígenes y cultura.
Tengo en mis manos un librito, sencillo pero muy querido, que lleva por título Los Pirineos, del cabo de Creus a Jaca, del que son autores David Aloy y Agustí Jolis, Biblioteca de “La Vanguardia”. En su página 271, epígrafe “El Balaitús”, leo lo siguiente: “Los oficiales geodésicos franceses Peytier y Hossart, en el mes de julio de 1.825, habían ascendido al Palas (2.986 m), y el 8 de agosto del mismo año alcanzaban la cumbre del Balaitús (Vathlaitós, 3.151 m). El día 25 del mismo mes repiten la ascensión y con sus porteadores se instalan en la cumbre para trabajar. Regresan por falta de víveres el 2 de septiembre, pero el día 19 realizan su última ascensión, a fin de terminar sus observaciones geodésicas”. En este párrafo cobra importancia especial la forma Bathlaitós, olvidado ya el capricho de la V inicial: una nueva raíz, Bath- , viene a unirse a las antes mencionadas y abre un nuevo camino de investigación. ¿También ciego?. En principio, esa /th/ final parece muy prometedora (recordemos las tres series de oclusivas, sonoras, sordas y aspiradas, de la lengua ibérica), y bien pudiera representar un fonema /z/ o /tz/…Pero, dejándonos de suposiciones, avancemos con seguridad.
Este antiguo Batlaitós de Peytier y Hossard, ¿es fiable?, ¿se repite en otros autores?. Fernando Biarge, Grandes picos del Pirineo Central, pág 69, nos dice: “La Toponimia del Balaitus presenta algunas complejidades. Quienes primero se percataron de su mole granítica le dieron variopintas designaciones. Estos apelativos de la época misteriosa terminaron decantándose en dos series referidas o bien a su aspecto marmóreo (“murmure”), o bien al hecho de que las aguas del valle de Azun bajaran lechosas (“bal-laitous”). A finales del siglo XIX , se pueden recuperar nuevas acepciones como “Baletous”(Ball), “Bal Laiteux” (Packe), “Balaitous” (Russell), “Mur-Muré” (Wallon), “Marmuré” (De Bouille), “Baïletous” (Cordier) o “Bathlaytouse” (Saint Saud). Esta forma última de Saint Saud supone la pronunciación correcta para un francés, idéntica a la de un español, y ambas perfectas con arreglo a la etimología, según veremos.
Pero, ¿cómo es el Batlaitus?, ¿cuál es su nota característica o diferenciadora?, ¿qué describe o cuál es el contenido de la forma Batlaitus?. Decía Russell, en frase lacónica y exacta, que es “un nudo de precipicios, caos de agujas…”. Fernando Biarge, que reproduce la definición, tiene la óptima costumbre de “no ir, no pasar” simplemente por los lugares; los describe a la perfección, con realismo y visión certera, lo que es de inmenso valor para quien practique la Toponimia descriptiva, como es mi caso. Dice así, op. cit. pág. 68: “El Balaitus levanta su silueta austera, maciza, también monstruosa, en la cabecera del río Aguas Limpias, en el término municipal de Sallent de Gállego. Supone con sus 3.144 m el punto más alto del relieve tensino. También el primer pico, por occidente, que supera la barrera de los tres mil metros. Y el último macizo granítico, hacia el oeste, última representación del Pirineo Axial, que se extiende hasta los aledaños del pico de Anie. …La cantidad, longitud, diversa orientación y estrechez de las distintas crestas, que parten de un cuerpo principal… Dan lugar a escarpes verticalizados muy agudos, interrumpidos por collados, brechas y canales, que reducen las divisorias a afiladas espinas graníticas….La cantidad, calidad y variedad de sus crestas: Noroccidental, Costerillou, del Diablo, le Bondidier, Robach, Wallon, la arista de Peytier-Hossard, donde los escaladores apreciarán el trazado vertiginoso de unas, la “cabalgada de agujas” de otras y el fantástico diseño de todas. Crestas hechas de gendarmes, agujas, brechas y torres que el saber popular ha converido en cuernos, caninos, tridentes, diablos, sin confirmar si en la Punta de la Derrota se vislumbra el infierno”. Ya nos hemos acercado plenamente al final…
Batlaitus es una hermosísima composición ibérica, integrada por tres elementos o formas, a cual más conocida e interesante. La primera, la “casi imposible”, resulta ser batza, “reunión, asociación, compañía, etc”, que tiene una variante batzar, “junta, reunión, congreso…”. Recordemos aquí al Euskadi Buru Batzar. Tiene una raíz batz- , intuída en las grafías bath- de Peytier-Hossard y de Saint Saud. La traducción comienza, pues, por “La reunión…”. Reunión, ¿de qué?. El segundo elemento es el sustantivo lai, que tiene una variante laia, y que significa “laya, instrumento de labranza”. La laya es una herramienta (a veces de madera) muy bien conocida no solo en Euskadi sino también en Navarra y en el Alto Aragón; tiene dos puntas (a veces tres) con un cabo de madera en cuya parte superior hay una manija atravesada que se ase con ambas manos al mismo tiempo que se empuja con el pie para hincarla en tierra. Las hay de varios tipos y las puntas suelen tener unos 33 centímetros de largo. Si son en número de tres, configuran un verdadero tridente, y, de hecho, en el Roncal, según Bernardo Estornés Lasa, Diccionario español-uskara roncalés, el “tridente” es un instrumento de labranza, un atxur-ortz o azadón de dientes. La unión o enlace entre batza y lai se realiza mediante elipsis al final del primer término,lo que nos lleva a un batzlai en el que el grupo consonántico –tzl- suele simplificarse dando, en principio –tl- (Batlaitus), aunque no es descartable un –zl- (Bazlaitus) dentro de las soluciones simplificadas.
El remate. El tercer y último elemento de la composición es tusuri, diablo. “En vascuence antiguo llamaban tusuri al Diablo y todavía esta palabra se usa en la Soule” (Dic. Retana de Autoridades).. Es evidente que esta nueva sutura ha de hacerse por yuxtaposición necesaria, so pena de destruir la voz lai e impedir la comprensión. Pero batz-lai-tusuri es una composición demasiado larga y tiene algún morfema no imprescindible: en primer lugar, caerá la vocal átona final, batzlaitusur(i); la r, convertida en consonante final es sumamente inestable en esta posición (y no solo en ella), por lo que decae, batzlaitusu(r); finalmente, la repetición de la u más el carácter átono de la segunda nos deja en batzlaitus o, con la pronunciación simplificada, en batlaitus.
Batlaitus significa “La reunión de tridentes del Diablo”. ¿No es una metáfora hermosa?. ¿No es apropiada?. Miles de años después, hemos visto cómo los buenos observadores vienen a coincidir fielmente con nuestros antepasados…
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