Toponimia
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Bárcabo es un municipio de 104 habitantes y 87,9 km2, con una densidad de 1,2 h/km2. Pertenece a la comarca de Sobrarbe en el límite con el Somontano de Barbastro. Cuenta con un nutrido grupo de núcleos poblacionales, algunos despoblados, entre los que debemos citar a Bárcabo (23 habitantes), capital del municipio; Lezina (26), Almazorre (25), Erípol (11), Betorz (10), Santa María de la Nuez (8), Hospitaled (1) y Suelves, despoblado hace varias décadas. Por su inclusión en el Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara participa de muchas de las características de esta amplia y hermosísima área: en efecto, debemos recordar que, al estudiar el topónimo Guara, hacíamos mención en extenso a sus ríos o torrentes que nacían generalmente al N de la sierra principal y de sus colaterales, abriéndose paso hacia el S a través de profundos cañones abiertos en terrenos calizos y de conglomerados, con parajes de inmensa belleza natural (oscuros, badinas, caos, rápidos, surgencias, cascadas…) que, a su vez, constituyen el escenario ideal para el descenso de barrancos y el montañismo. Bárcabo participa plenamente de estas características y se organiza en torno al eje central que representa el río Bero. Éste, que ha nacido muy al norte, junto al Pueyo de Morcat (municipio de Boltaña), penetra casi de inmediato en el de Ainsa-Sobrarbe, discurre (es un decir) junto a la Cruz de Santa Quiteria (izquierda hidrográfica) y Sarsa de Surta (derecha), para entrar, al fin, en el de Bárcabo, muy cerca de Santa María de Nuez; continúa su camino N-S y llega a Almazorre, deja a la izquierda el lugar de Bárcabo, a la derecha el de Lezina, recibe con ansia las aguas de la caudalosa fuente de Lezina, se hunde y embravece iniciando oscuros y aventuras y se aleja hacia Alquézar (topónimo “moro” según dicen todos: ¡ja, ja!).
Ciertamente que el Bero, desde Almazorre hasta la fuente de Lezina, no es sino una ancha rambla dispuesta a recibir los caudales ocasionales que llegan desde la parte superior y los que ceden los muchos barranquillos laterales que a él se incorporan. Citaremos los más notorios: por el oeste (derecha hidrográfica) los de Talavera, Bachellonas, Manzano, Salazar, Berrala y Basender o Cruciacha; por el este (izquierda) los Molinar (que baja de Hospitaled), Ricallo, Bárcabo, Chinebral, Plana, Los Paúles y Argatín. En conjunto, el barranco grande, esto es, el Bero, y los pequeños que acabamos de citar configuran un espacio muy quebrado que adopta la forma clarísima de un valle alargado de norte a sur por cuyo fondo discurre el aprendiz de río, y con sendas zonas altas a derecha e izquierda drenadas por los barranquillos. Sólo en consideración al corto recorrido de estos últimos y a su escaso caudal (nulo excepto en épocas de lluvias y tormentas) puede el Bero ser considerado como “el barranco grande”.
El territorio, digámoslo ya, es de una inmensa belleza. Hay abundantes testigos del poblamiento neolítico que figuran por derecho propio en los manuales de nuestra Prehistoria, campos de cereal alternándose con antiguas viñas y olibares (sic), montes con inmensas carrascas y enebros, sólidas y hermosas construcciones civiles y religiosas, un medio natural casi intacto en el que la armonía y la paz hacen más doloroso, si cabe, el abandono del ser humano. A todo ello se refiere, con el oportuno tinte poético, el párrafo que trascribimos de la obra Comarca de Sobrarbe, Colección Territorio 23 del Gobierno de Aragón: “Cielos despejados sobre el monte Asba, carrascales y enebrales silenciosos, bosques de pinos oscuros, erizones que en los ventosos lomos de los montes se visten de amarillo cuando llega junio, casas antiguas de piedras tostadas cubiertas con losas pesadas o tejas moras, chozas de piedra seca bajo los grandes quejigos, santuario serrano de La Nuez, caudales trasparentes corriendo por las rocas pulidas del fondo de los abismos, abrigos soleados donde el hombre prehistórico creó formas misteriosas…: un territorio de extraordinarios atractivos para el viajero sensible”.
Bárcabo es el nombre del lugar que, no en balde, ostenta la capitalidad del valle pues, al decir de Pascual Madoz, se sitúa “en una hondonada bien ventilada” y el río Bero “pasa por sus inmediaciones”. El topónimo va a recoger, como hecho diferenciador, la situación del lugar en el valle y junto al río o barranco grande. Es una composición de la lengua ibérica integrada por tres elementos o formas, todas sobradamente conocidas por nosotros. La primera es ibar, valle, sobre la que, una vez más, la fuerza de compresión interna de nuestra lengua más primitiva ha buscado el acortamiento con reducción silábica, lo que consigue mediante la aféresis de la vocal inicial silábica, fenómeno este tan repetidamente expuesto a mis lectores que renuncio a poner más ejemplos, recordando tan solo el muy reciente de Bardaxín. El segundo elemento es kabi, barranco, asimismo conocido por nosotros pues resultó fundamental para la interpretación de Coboregs, forma auténtica adulterada por unos y otros hasta dar firmeza a un topónimo tan falso como Camporrells. Por último, el determinante calificativo on, bien, bueno, pero también y muy frecuentemente, grande, principal o primero en su clase, el cual, repetido hasta la saciedad en infinidad de topónimos, aparece y no por casualidad en el número anterior de esta serie al analizar el barrio de Onguera, junto a Rodellar. Todos los fenómenos fonéticos presentes en esta composición son absolutamente regulares y, tras la antes mencionada aféresis, nos encontramos con una yuxtaposición necesaria en el enlace o acomodación entre (i)bar y kabi; normal asimismo la elipsis en el segundo enlace, barkab(i)-on, y casi constante el enmudecimiento de la consonante n en posición final: barkabo(n). El significado de Bárcabo, evidente y propio, es “el valle del barranco grande”.
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