Toponimia
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Salgo de mi pueblo natal, Campo, en dirección sur y, antes de llegar a Murillo (de Liena) y al desvío hacia Bacamorta y El Solano, penetro en el término municipal de Foradada del Toscar. Giro hacia el oeste y paso junto a la aldea de Las Colladas, que queda un poco elevada, a la izquierda de la carretera; siguiendo por ésta paso por el lugar de Foradada y el coll del mismo nombre, para entrar casi de inmediato en el término municipal de La Fueva. Dentro de éste, a derecha e izquierda de la ruta, una larga serie de aldeas tales que Samper, La Cabezonada, Fuendecampo, San Juan, Murillo (de Monclús), Muro (de Roda), La Torre, La Villa, Solanilla, Pocino, Fosado…, siempre bajo la vigilancia de la Peña Montañesa. Todos los topónimos que acabo de citar tienen “el aspecto” (como diría Corominas) de ser románicos, ya directamente del latín (fovea), ya del castellano, ya de los dialectos ribagorzano y sobrarbense. En cualquier otro viaje de 25-30 Kms. por el Altoaragón llegaríamos a resultados similares. Es obvio, en consecuencia, que sólo en este ámbito podríamos localizar y estudiar varios cientos de topónimos románicos.
Y yo, sin embargo, ni siquiera los menciono. Con este pretexto se me ha criticado con acritud. Pero cualquier persona limpia de envidia y rencor entenderá que se trata de una exclusión intencionada, ya que tanto la serie Toponimia altoaragonesa como mis obras anteriores se centran en la toponimia ibérica. Así de simple. Más complicado es acceder al conocimiento de la lengua ibérica, que ni la estudiaron en la universidad los profesores actuales ni, obviamente, la enseñan hoy a sus alumnos; con ello, el pozo de ignorancia se profundiza y ensancha. Y la verdad es que no es posible dar un paso seguro en la Toponimia de Iberia o Ispania sin ese conocimiento. Yo no me limité a encogerme de hombros ante la cantinela general de que “la lengua ibérica no se entiende en absoluto”. Mi esfuerzo, que ya se inició 15 años atrás, tiene su más reciente plasmación en mi blog www.iberiasegunmascaray.es, con secciones dedicadas a su Desciframiento, naturaleza, normas de aglutinación, régimen, fenómenos fonéticos, léxico ibérico, etc. (I); a la Epigrafía ibérica (II); Toponimia altoaragonesa, balear, navarra e ibérica en general (III); Onomástica (antroponimia, etnonimia, teonimia) (IV); Civilización ibérica (V) y Etimología (VI). Mi trabajo, completo o no, muestra cual es el verdadero cometido del estudioso, lejos de estúpidas descalificaciones que sólo empequeñecen a quien las hace.
Sigo avanzando por aquella ruta expuesta al inicio y alcanzo el municipio de Ainsa-Sobrarbe que tiene en el lugar de Arro su puesto avanzado. Éste formó municipio con Gerbe y Griébal al que se une Banastón (1.945). Se unen (1.960-70) a Ainsa-Sobrarbe. De Banastón nos dice A. Castán en Lugares del Alto Aragón lo siguiente: “Lugar de 94 habitantes (conjunto de barrios); a 586 m de altura. Comunicado por la carretera local C-140. En realidad el conjunto de Banastón es hábitat diseminado compuesto por los barrios de Usana, La Iglesia, Sta. Tecla, Fumanal, Lascambras. Carretera, La Torreta, S. Ciprián, Betato, El Turmo, El Tozalé, Villarcillo y Bogetar. Son grupúsculos enlazados entre sí por pistas interiores, con varias salidas a la general de Ainsa-Campo, a 4 kms. del río Cinca y en la falda solana de un pellizco montañoso paralelo a la gran barrera norteña que lidera Peña Montañesa”. En el cartulario de S. Victorián se menciona en 1.063-1.076 el castro de Banastón.
Quiero formarme una idea general de la disposición de casas y tierras y de las distancias entre los pequeños núcleos. Para ello tomo el desvío hacia Betato y San Ciprián; después (señalizado Banastón) hacia los barrios de La Iglesia, Santa Tecla, Las Cambras…; por último, hacia Usana. En un plano general descendente de norte a sur, el terreno es muy quebrado con abundancia de barrancos y cerros, constantes cambios de plano. Predominan los pinares aún cuando sobreviven manchas de quejigos, carrascas, enebros y bojes. Se advierte que las tierras de labor aprovecharon hasta la más mínima oportunidad. E imaginar la situación en tiempos ibéricos no resulta difícil. Por caminos de herradura, el transporte desde la casa y sus dependencias hasta las tierras de labor (aperos, estiércol, semillas…), al igual que en sentido inverso (fajos de mieses, hierbas, productos diversos, ramas, etc.), exigió el trabajo constante de un animal, el burro de carga. También para la traída desde fuentes apartadas de las cargas de agua; de leña, bellotas, etc. La concurrencia a ferias y mercados (Ainsa en especial) con los productos destinados a la venta o con los adquiridos en la misma, era práctica continua. Pero, además de lo anterior que es común al mundo rural, en la agrupación de aldeas que es Banastón, el traslado de una casa a otra requeriría muy a menudo el concurso de aquel animal. Requerido constantemente, utilísimo, sufrido y poco exigente, su presencia debió de ser muy numerosa. Y a ello se refiere el topónimo.
Ciertamente, con la aparición del tractor en la década de los cincuenta, que requirió el ensanche de los antiguos caminos de herradura, el papel del cuadrúpedo perdió importancia. Todos los aspectos del desarrollo, tanto los positivos como los negativos, vinieron en su contra: abandono de tierras marginales, despoblación con cierre de casas, traídas de aguas, nuevos combustibles, motorización, dedicación al sector servicios en detrimento del agropecuario… Hoy, en la primavera del 2.012, queda tan solo el recuerdo: “Sí, había muchos burros…”, “cada casa tenia uno, por lo menos”, “no, ya no quedan…”.
Banastón tiene fuerte semejanza con banasta, banasto, canasto, canasta, canastro y derivados, lo que puede ser suficiente para algún seguidor del método formal. Tal solución es, como siempre, falsa. Se trata, una vez más, de una manifestación del método comparativo o formal, del emparejamiento de cromos, que ni siquiera se plantea el valor descriptivo del topónimo y que lo lleva como siempre al terreno del despropósito, convirtiendo a la Toponimia en una ciencia de la adivinación. Y es falsa fundamentalmente porque:
1. Banastón está documentado ya en la segunda mitad del siglo XI; en cambio, banasto y voces concomitantes no aparece en una obra tan seria como Glosarios latino-españoles de la Edad Media de Américo Castro. Más aún, Corominas afirma de banasta una primera documentación en 1.499, y aduce el catalán banasta “desde 1.298, y el occitano banasta también medieval”. Luego el Banastón del siglo XI no puede proceder de banasta.
2. No se da ni la más remota conexión semántica entre banasto y el lugar de Banastón; el topónimo no sería, en consecuencia, descriptivo.
El topónimo Banastón es una composición, al igual que son composiciones más del 80 % de los topónimos ibéricos. Esta afirmación, en apariencia tan simple, marca un foso insalvable entre mi toponimia y la pseudo-ciencia tradicional. Es elemental reconocer que si la lengua ibérica tiene naturaleza aglutinante, la consecuencia lógica es la composición. A partir de aquí, la fijación de las normas de aglutinación, la detección de los fenómenos fonéticos presentes, la comprensión de su régimen propio, serán indispensables para efectuar cualquier análisis morfológico. Brevemente: es necesario conocer la naturaleza, estructura y régimen de la lengua ibérica, en todo momento, incluso para el empeño más simple. En radical confrontación, los formalistas se dedican a “la búsqueda de raíces semejantes”, abstracción hecha de todo lo demás; por ejemplo, en el caso que nos ocupa, la raíz banast- o canast-. No se menciona jamás el concepto composición, salvo, muy puntualmente, en la unión de dos voces románicas. A partir de aquí, la divergencia interpretativa es absoluta e irreconciliable.
Banastón es una composición ternaria de la lengua ibérica. Sus tres formas, en el orden establecido, son bana-asto-n. Las dos primeras se unen siguiendo la regla general de elipsis al final del primer término, aquí con encuentro de vocales iguales: ban(a)asto-n. La segunda acomodación muestra la regla supletoria por excelencia, la yuxtaposición necesaria: aston, pues la elipsis al final del primer término formaría un grupo consonántico imposible, st(o)n. Bana es una voz ibérica muy común que vale por “cada uno” que, sin modificar su sentido propio, bien puede traducirse por “todos y cada uno” o “todos”. Asto, asimismo indubitada, vale por burro, asno. Por último, el pronombre relativo n, “los que tienen”, “que tienen” o, simplemente tienen o tiene. La traducción completa, siguiendo el orden establecido en el topónimo es “todos burros tienen”, o “cada uno burro tiene”; en el orden exigido por el castellano, “todos tienen burros”, o “cada uno tiene un burro”. La perfección morfológica y semántica es tal que suple las dificultades actuales de comprobación sobre el terreno surgidas de los cambios sociales y económicos antes mencionados.
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