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ARAGUÁS DEL SOLANO.- Si alguna duda cupiese sobre la interpretación de los topónimos Aragüés y Araguás este que aportamos ahora resultará totalmente definitivo. Y es que, en Araguás del Solano, sus habitantes no tienen duda alguna: de dice y debe decirse Araguás; pero, sin embargo, es bien fácil encontrar la forma Aragüés para el mismo lugar, tal como hace, por ejemplo el Madoz (1.845-50) que habla de Aragüés del Solano. Hoy pertenece al municipio de Jaca y anteriormente al de Banaguás. De este lugar dice Adolfo Castán, op. citada, lo siguiente:
“Lugar de 24 habitantes; a 945 m de altitud. Tenía 183 en 1.900. Acceso por la carretera del valle del río Estarrún. Se documenta en el año 1.025. Hábitat agrupado en acentuado declive, bastante apretado y con arquitectura en aceptable estado. La primera imagen desde la carretera de entrada son sus tejados; sobre algunos pardea la losa, a veces con teja taponando el encuentro entre faldones, sobre otros campea la teja plana gris o roja y más raramente chapas de fibrocemento. Solamente perviven un par de chimeneas de estirpe popular. Calles en cuesta suben desde la fuente al encuentro de la parroquial, en lo más alto. Hay construcciones notables en la parte baja, como el antiguo ayuntamiento y casa Cavero, que incrusta un atractivo dintel en la puerta, reflejo de la religiosidad de los siglos XVI- XVII. Es frecuente el arquito conopial en puertas y ventanas de este sector más plano, donde una vivienda articuló su alero mediante losas en gradación, enfoscándolo y decorándolo con sillares simulados pintados entre bandas de azulete – rareza -. La fuente es denominada por los vecinos “El Castillo”; en ella se observa aparejo de traza románica que conforma una planta rectangular, puede que de una torre. Calle arriba encontrarán la tienda museo de La Solana, especializada en relojería antigua. Después un pozo y finalmente una rampa empedrada, magnífica, preludia el templo parroquial, inmueble románico transformado entre los siglos XVI y XVIII -1.771-; importante torre campanario defensiva, con aspilleras y puerta en altura, que fue erigida en el siglo XVI. En sus alrededores Ubieto menciona el caserío de Borresa. Molino transformado en vivienda; la balsa se rellenó con tierra plantándose árboles frutales”.
No resulta fácil, desde el centro de Jaca, encontrar el arranque (está mal señalizado) de la carretera que nos conducirá a Aisa. Ya en ella, Asieso y Guasillo por la derecha, Banaguás y Abay por la izquierda, Caniás nuevamente a la derecha, Nobés al lado izquierdo de la ruta enfrente del desvío a Araguás, forman una nueva serie de topónimos ibéricos sobre los que habré de volver en otra ocasión. Ya en Araguás, sigo una calle que me lleva hasta la fuente, donde puedo aparcar sin interrumpir el paso de vehículos. Bien escaso, por cierto, en medio de un gran silencio. Al fin, una furgoneta que transporta a varios operarios de la construcción se pone a mi alcance. Pregunto y me indican donde vive “un señor de aquí de toda la vida”. Llamo a un timbre y, al momento, por una ventana abierta por encima de la puerta, asoma un señor que aparenta bastante edad. Resulta que tiene más amabilidad que años, y me informa cumplidamente: “Sí, las tierras próximas al pueblo son muy ligeras, buenas para trabajar. Pero el término es muy grande y las hay bien distintas. Ahí abajo mismo, hay una partida que llamamos La Paúl y es todo al revés, se apelotona y cuando se seca quedan torrocos grandes. Pero aquí, al lado, muy sueltas…”.
Ya podemos llegar a unas conclusiones finales:
- Araguás y Aragüés son parónimos sin otra diferencia que la mayor o menor apertura del diptongo.
- En todos los casos (Araguás en Sobrarbe, Araguás del Solano y Aragués del Puerto) el topónimo describe una misma realidad.
- Queda contrastado de nuevo el valor de ara como tierra de labor, y el de gose como dulce, suave, ligera o suelta.
- Puestos en relación estos topónimos con otros ya estudiados (Bierge, Espulla, Lascuarre), se observa el gran interés de nuestros antepasados por la naturaleza de las tierras, derivado quizá de los medios tan precarios de que disponían para un trabajo tan fatigoso.
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