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Aragón – 301

Altoaragonesa

Hay un amplio consenso en afirmar que el nombre Aragón fue inventado o creado para designar un río, esto es, que Aragón fue originariamente un hidrónimo. Casi simultáneamente, como es habitual, aparecerán las expresiones “Valle o cuenca del Aragón”, “Territorio del Aragón” y, en una fase organizativa muy posterior, “Condado de Aragón”. Poco que objetar a lo anterior (en realidad, se hace referencia directa al valle y no al río) y por ello me adhiero matizadamente a la tesis “Aragón es un hidrónimo”, aunque mi adhesión no sea un acto de fe en los logros de nuestra ciencia lingüística sino consecuencia obligada del análisis propio. Por primera vez conoceremos la descripción que encierra, el contenido del nombre Aragón.

Para proporcionar al lector no versado en historia antigua una comprensión más amplia del tema, haremos una exposición sucinta de los hechos más relevantes, retrocediendo desde los tiempos plenamente históricos hasta los albores del poblamiento civilizado del área en cuestión:

- 18 de octubre de 1.035. Muere el rey navarro Sancho Garcés III “el Mayor” y su hijo Ramiro accede de pleno derecho al gobierno del hasta entonces condado de Aragón y las tierras del Serrablo.

- Año 905. El rey navarro Sancho Garcés I (905-925), gran conquistador y político, ya al final de su reinado, “tomó” el condado de Aragón.

- Año 833. Recién establecido en el Valle de Echo, el conde carolingio Galindo Aznárez I funda el monasterio de S. Pedro de Sirena como enviado de Ludovico Pío. Sus sucesores se lanzan a la conquista del territorium Aragonense y alcanzan el título de Condes de Aragón.

- Año 788. Derrota del emperador Carlomagno en Roncesvalles.

- Años 270-287. Las invasiones de los pueblos bárbaros franco-alamanes penetran en el ya débil imperio romano y llegan hasta Jaca, con destrucciones y abandonos.

- Año 195 antes de Cristo. Conquista de Iaka y sometimiento de los indómitos iacetanos, por parte del cónsul romano Catón.

- Año 1.500 a. de C. Edad del Bronce. Manifestación de la cultura ibérica en el yacimiento de las Güixas (Peña Collarada).

- Por las mismas fechas y aún anteriores. Enorme riqueza en construcciones megalíticas.

- V-IV milenio a. de C. Primer poblamiento de la zona por gentes civilizadas poseedoras de la cultura neolítica.

 

Estas primeras gentes civilizadas eran iberos, afirmación sorprendente para quienes sostienen que nuestros antepasados aparecen en el siglo V a. de C. como “caídos del cielo”, sin explicación coherente alguna. Tanto la arqueología como la epigrafía y la toponimia aportan, en cantidad ya abrumadora, más y más datos demostrativos de que el esplendor ibérico en torno al siglo V a. de C. no es otra cosa que una fase avanzada de un largo, muy largo, proceso evolutivo. Por otra parte, el concepto “ibero”, como hemos expuesto repetidamente, no es étnico sino geográfico: Los pueblos norteafricanos, que ya eran agricultores, ganaderos y artesanos en el milenio VII a. de C., divisaban hacia el N otra tierra, otra costa, otra orilla, a la que llamaban iber(z)-ipar > iberi(p)a(r) = Iberia , “la orilla del norte”; o bien ispa(s)-n-ipar > Ispani(p)a(r) = Ispania, “la costa del norte”. Y, en este orden de cosas, pese al constante intento de limitación territorial y desprecio cultural de lo ibérico, la doctrina ha de reconocer que los iacetanos eran iberos, al igual que los cerretanos (montañeses) por el norte o los barskunes por el oeste. Pero es el estudio de la Epigrafía y de la Toponimia lo que conduce a la evidencia de la naturaleza ibérica de aquellos primitivos pobladores. Ciñéndome a los topónimos ya analizados por mí en la serie Toponimia altoaragonesa que viene publicando el DIARIO DEL ALTOARAGÓN, son ibéricos Aiguatorta, Ansó, Berdún, Beral, Bellanuga (Villanúa), Bisaurín, Garcipollera, Iguacel, Subordán, etc.; y lo serán asimismo Jaca, Echo, Siresa, Gas y muchos otros de próxima aparición. El territoriun Aragonense posee toponimia ibérica en forma abrumadora, y Aragón también lo es.

 

En cartularios y colecciones diplomáticas (de Leire, Catedral de Jaca, S. Juan de la Peña, Catedral de Huesca, S. Victorián, Obarra, Alaón, Roda, etc.) así como compilaciones y estudios históricos o de otra índole (p. ej., Noticias y documentos históricos del condado de Ribagorza hasta la muerte de Sancho Garcés III, de Serrano y Sanz; o Documentos sobre las relaciones internacionales de los Reyes Católicos, 6 volúmenes, edición Antonio de la Torre, Barcelona 1.949-66) las menciones al territorio, condado y reino son continuas; tampoco escasean las referidas al río. Con gran diferencia, la forma predominante, ya desde tiempos muy antiguos, es Aragón. Sin embargo, y desechadas las formas con desinencias de declinación (Aragonum, Aragonis, Aragonensium, Aragonensis, Aragone…), hay dos bastante antiguas que merecen una consideración:

Aragona. Año 828. Debemos interpretarla como la forma alternante del pronombre relativo ibérico n, que al final de la composición toma con mucha frecuencia la forma –na.

Araone. Año 850. Muestra la caída de la oclusiva sonora en posición intervocálica, fenómeno fonético muy propio de la lengua ibérica.

Añadamos que la primera mención corresponde al año 570, según expone Antonio Ubieto Arteta en su obra Cartulario de S. Juan de la Peña, vol. 1, documento 1, otorgado por el rey Alarico que, no obstante, tiene todas las trazas de ser falso, ya en su totalidad, ya en la fecha, ya en el otorgante. Dice: …sicut defluit Aragon Suburdam; y más adelante: …aqua cadit in Aragon.

 

El hidrónimo Aragón contiene un símil, esto es, describe el río y su cauce valiéndose de un símil o comparación de una cosa (el río) con otra bien conocida para dar idea viva y eficaz de la primera. Es el mismo proceso descriptivo que los mismos iberos iacetanos utilizaron para describir el río Subordán: “el que parece una serpiente en la pradera” (Ver el nº 25, Subordán, y el 26, Aiguatorta, de la serie citada). Si el Subordán parece o es como una serpiente, ¿cuál será “la cosa bien conocida” que comparamos con el río Aragón?. Ya sobre el terreno, se suele entender que el río Aragón se compone de cuatro tramos o sectores, el primeros de los cuales va desde el nacimiento o formación del río hasta la ciudad de Jaca. Nos detenemos aquí pues la descripción se hace tomando este primer tramo como elemento a comparar con la “cosa bien conocida”.

 

No es preciso insistir en la evidencia de que la boca de una persona es una cosa bien conocida, ya como el comienzo del aparato digestivo para comer y beber, ya como órgano de locución para hablar o gritar, ya para multitud de usos importantes en la vida cotidiana: morder, masticar, escupir, aspirar, etc. La boca, en sentido amplio, y sus órganos o elementos (lengua, dentición, paladar, papilas gustativas, glándulas salivales, faringe, esófago…) son tan vitales como inmediatos y conocidos. En el extremo norte del río Aragón, el valle de Astún, entre La Raca y la cadena fronteriza. Tiene una extensión de 888 Has. y una forma oblonga, con el eje mayor orientado de NE a SO. Inclinación hacia éste último punto, por donde se hunde el naciente río tras la unión de los barrancos de Escalar y de Astún. El conjunto sugiere una cavidad bucal perfecta. El Aragón toma dirección S y su cauce se estrecha y profundiza; en las proximidades de Rioseta gira bruscamente al NE, luego al SE y va recobrando la dirección S hasta llegar al Hospital de Sta. Cristina; esta parte parece, es, una garganta. Por último, ya de arriba abajo, hasta Castiello de Jaca e incluso hasta Jaca, un largo tubo sugiere el esófago.

 

Aragón es una composición de la lengua ibérica integrada por tres elementos o formas. La primera de éstas es conocida incluso por quienes no han tenido ningún interés por nuestra lengua primitiva: se trata de aran, valle. Recordemos una de las tautologías más notorias de nuestro sistema lingüístico: el valle de Arán o el “valle del valle”. En segundo lugar, viene a aglutinarse a la anterior la voz ago, boca. El enlace sigue la regla general de la aglutinación, la elipsis al final del primer término, de modo que aran + ago > ara(n)ago, y, ante el encuentro de vocales iguales, la elipsis se profundiza así: ar(a)ago. Si quisiéramos traducir ya en este punto estaríamos ante una expresión del tipo “el valle – la boca o una boca”. Falta evidentemente el elemento relativo que las incardine en una oración gramatical completa, y que no es otro que el pronombre relativo n. Se une a arago por yuxtaposición necesaria, ya que la elipsis al final del primer término, arag(o)n, crearía un grupo consonántico imposible. El pronombre relativo n vale por “el que”, y cuando no lleva expresa la cópula da del verbo auxiliar izan (por ejemplo m-on-da-n > montan, “la que es buena”) se supone que está elíptica: “la que es, está, tiene, parece, es como…”. En conclusión, respetando la secuencia ibérica diríamos “el valle- una boca- el que es como”, y, ordenadamente en castellano, Aragón significa “el valle que es como una boca o que parece una boca”.

 

 


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