Toponimia
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El valle y la población de Ansó tienen una personalidad bien propia y conocida: un término municipal muy extenso, con una gran altura media; parajes de singular belleza, como Zuriza, Linza, Gamueta…; flora y fauna privilegiadas, como se contempla en el Centro de Interpretación y Usos Múltiples de los Valles; importantes riquezas ganadera y forestal que, otrora, fueron excepcionales; un antiquísimo y denso pasado histórico, vinculado en buena parte a Navarra y el Bearn; una tradición, amorosamente conservada, que encuentra sus máximos exponentes en el traje típico y el dialecto ansotano; centros culturales tan interesantes como el Museo del Traje tradicional, en el Ayuntamiento, o el Museo Etnológico, en la parroquial de S. Pedro; un hermoso casco urbano que es, todo él, monumental; multitud de alicientes (montañismo, excursionismo, esquí de fondo, pesca, caza…) que constituyen la base de un turismo vivificador. Pero, como nada hay perfecto en este mundo, la carretera que nos lleva a Ansó, pasado Biniés, en un día lluvioso y con regular visibilidad y tráfico, resulta tensa y peligrosa; por otra parte, el tramo de pista asfaltada (es un decir) entre Zuriza y Linza es, simplemente, inaceptable.
Hecha esta somera relación de lo mucho bueno y poco malo del entorno de Ansó, y puesto que ya se han gastado riadas de tinta sobre ello, nos centraremos en nuestro objetivo propio que no es otro que el análisis e interpretación del topónimo Ansó. Y emprendemos la tarea con el aliciente sobreañadido de trabajar en tierra virgen, pues sin el dominio, siquiera de los fundamentos, de la lengua iberovasca tal cometido no puede pasar de lo imaginativo o fantasioso. Digamos, ab initio, a modo de esquema ordenador de la exposición, que Ansó es una composición de la lengua iberica. formada por un nombre en función de sujeto, más otro nombre que actuará como complemento nominal.
El primero de estos dos elementos es el nombre ain que, como ya dijimos al estudiar Ainsa, presenta las variantes an (con reducción del diptongo –ai-), gain (con prótesis de g-) y gan (con reducción y prótesis a la vez). Todas ellas valen por “altura”, “lugar alto”, “cuesta”, “loma” o “cerro”. En el topónimo Ansó luce la primera de las variantes, an, al igual que la encontramos en su día en Aneto (pueblo de la Ribagorza), en el que la construcción an-eto, traducible por “la altura”, o mejor, “la cuesta terrible”, describe a la perfección el emplazamiento del lugar en una ladera sumamente inclinada. Pero si pretendemos, en verdad, hacer una toponimia científica y racional, la reducción de ese diptongo requiere un análisis más profundo.
Junto a su naturaleza aglutinante, la lengua ibérica tiene un principio informador esencial, omnipresente, explicativo de multitud de fenómenos fonéticos, y sin el cual no es posible avanzar en su interpretación: es la enorme fuerza de compresión interna, siempre en pos de la brevedad, del acortamiento con reducción silábica. En este orden de cosas, el encuentro de vocales en hiato representa un obstáculo, un estorbo que debe ser suprimido, y así se hace permanentemente. Véase la página 19 de mi obra Baliaride. Cuando la reducción no es posible por afectar a la inteligibilidad del texto, se suelen utilizar expedientes (epéntesis de consonante interpuesta, metátesis con /R/ inicial…) que “rebajan” el obstáculo: son los casos de Alagón por Alaón, Nobals por Noals, Real por Lear y alguno más.
De lo dicho en el párrafo anterior se deduce que, siendo el diptongo (o triptongo) un encuentro de vocales en una misma sílaba, no hay razón alguna para que no se mantenga. Dicho de otro modo, la reducción de un diptongo o triptongo no tiene sentido desde el punto de vista de la compresión pues ya partimos de una sola sílaba. Y los dictados de la lógica y del buen sentido que imperan siempre en la lengua ibérica, nos mostrarán, de continuo, su permanencia. Veamos ejemplos de diptongos decrecientes (como ai) :
Ai: se mantiene en gaiza, cosa, (Sekaiza); gai, corriente, (Caimari); aixuri, cordero), Maixura); arrai, gavilán, (Carrutxa), y muchos otros.
Ei: eider, hermoso (Deiá); morein, ciervo-cabra, (Morei); bein, primeramente, (Malabeína); behi, vaca, (Bei Marí), etc.
Oi: arroi, cantera, (Arroi); moixo, carnero grande, (Moixeta), etc.
Au: nau, perro, (Cala Nau); baux, trébol, (Bauç); aubi, nido, (Aubarca); auka, oca, auca, (Aucanada); auri, muy amarillo, (Aurioles, Bisaurín), etc.
Eu: neur, moderado, (Sineu).
No obstante esta regla general, apoyada en el buen sentido, hay bastantes casos de reducción, como si la inmensa fuerza de compresión gustara de desbordarse aún consciente de la inutilidad del esfuerzo. Veamos, por ejemplo, los siguientes:
Ai: itxain, sanguijuela, (Turitxant); aintz, cabra, (Ansils).
Ei: eder, hermoso, (Lárrede).
Au: lau, llano, (Laguarre); lauza, losa, (Loseta).
Pues bien, en este apartado minoritario de reducción del diptongo, debemos situar a la voz ain, altura, que da an con toda regularidad (al igual que gain da gan) y que está presente en Ansó.
Ya hemos introducido, con plena justificación, la idea de “altura, lugar alto, loma, cuesta, cerro” en este topónimo. Pero, ¿hay algo de ello en la realidad?. Cuando llegamos al pueblo, planificamos el recorrido y observamos cuidadosamente: por la derecha, el coche, al aparcamiento; a la izquierda de éste, una vaguada que parece ser el cauce cubierto de un barranco cuyas aguas suenan cantarinas; más a la izquierda y por encima del cauce, el costado derecho de una loma que se alarga de S a N y que nos muestra una franja verde de prado natural e, incluso, algún huertecillo; más arriba todavía, las fachadas posteriores de un alineamiento de casas que tendrán su entrada y fachada principal por una calle que no vemos desde aquí. Vamos a buscarla: ahora caminando. pasamos por un puentecillo sobre el barranco oculto que aquí se muestra visible, subimos un poco (hermosa cruz de término a la derecha) y llegamos a la calle buscada que desciende paralelamente a la vaguada y llega hasta la iglesia; nos centramos un poco más y subimos ahora por otra calle que nos lleva hasta la Plaza y el Ayuntamiento, la cual continúa en suave ascensión hacia el N; desde ella y hacia la izquierda, tomamos dos o tres callejas transversales con igual resultado: conducen hacia otra vaguada, mucho más profunda, que es la del río Beral (con B, por favor), y desde cuyos extremos podemos contemplar el costado izquierdo (Poniente) de la loma en la que se asienta la Villa de Ansó: igualmente, en este costado, trozos de prado y huertos.
Otra descripción del emplazamiento de la Villa, en buena parte asimilar pero discordante en un punto esencial, la hallamos en la obra de Agustín Faus Guía de los Valles Ansó y Echo, Ed. Pirineo, página 44: “La población de Ansó está enclavada a lo largo de un lomo rocoso entre dos ríos: el barranco de la Fuente Alta y el río Veral. Fue ésta una situación muy buena, no solo a efectos de seguridad sino para ocupar la zona de roca, terreno improductivo no apto para la pastura. Y ésta es la causa de que la población tenga prácticamente sólo dos calles longitudinales, en suave cuesta y siguiendo la dirección del espolón rocoso, cruzadas por unas pocas callejas transversales, más cortas y más estrechas, que dan respiro a estas dos arterias”.
La diferencia (fundamental, como veremos enseguida, a efectos etimológicos), entre mi observación y la de Agustín Faus, reside en que el tal “lomo rocoso” y “zona de roca” sí tenía (y tiene en los espacios no edificados) una capa o manto de tierra vegetal lo suficientemente gruesa o espesa como para permitir la implantación de un prado natural. Dicho de otro modo: la construcción de las viviendas y demás edificios fue, efectivamente, en detrimento del uso ganadero de la loma, al menos en parte. Y esto es así porque los primeros habitantes de Ansó, los que levantaron las primitivas edificaciones, lo hicieron en un prado, y así lo describen en el topónimo. Porque, el segundo elemento de Ansó es la voz soo, que vale por “prado”. Es una variante de soro, prado, y constituye un hermoso ejemplo del debilitamiento y caída de la r en posición intervocálica, fenómeno éste que ya hemos contemplado en varias ocasiones anteriores.
En conclusión, an (variante de ain con reducción de diptongo) + só (resultado de soo por encuentro de vocales iguales y reducción silábica) nos lleva a Ansó, “la loma del prado”, o si se prefiere (posibilidad casi siempre abierta en las construcciones de nombre más complemento nominal), “el prado de la loma”
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