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Abenozas (155)

Altoaragonesa

En el apartado anterior dedicado a Zentenera, exponíamos la ruta para llegar a Abenozas. Con más detalle, digamos que la pista, inicialmente ancha y con suave pendiente; de inmediato se mete en un extenso pinar a ambos lados, si bien el derecho deja ver frecuentemente una caída o precipicio hacia el barranco de La Ribera, y de La Polvorosa después. Llegamos a Torruella y, tras una visita a sus ruinas, seguimos ascendiendo entre pinares hasta que, en un giro a la derecha, el panorama cambia bruscamente. Hemos alcanzado un altiplano cerrado desde el NO al SE por la suave ladera de un cerro por cuya base discurre la pista que entra en Abenozas d´Abaixo. Esta ladera carece de arbolado, apenas media docena de pies arbóreos de escasa entidad, monte bajo y malas hierbas, y cuando avanzamos hacia el lugar, sin prestar atención a los campos de cereal que se extienden por el lado izquierdo, observamos algunas rocas conglomeráticas muy interesantes. Continuamos por la pista que describe un giro a la derecha con fuerte ascensión, y después de un corto recorrido por la ladera desarbolada llegamos a Abenozas d´Arriba. A la izquierda y por encima de la pista, casas de piedra con cubierta de losas en regular estado; iglesia románica del siglo XII. La ruta continúa hasta la inquietante y misteriosa ermita de la Virgen de los Baños, situada en una amplia explanada, totalmente libre de árboles, y con fuertes pendientes o precipicios a ambos costados, el derecho en especial

Abenozas aparece citado en la documentación histórica por ves primera el 2 de enero de 1.231, en un documento por el que Arnaldo de Sancta Listra y su mujer Miranda renuncian, en favor del monasterio de Obarra, a la novena y a cualquier censo sobre los hombres de Sancti Quirici, y dice así: “Habet afrontaciones… de meridie biero qui vadit ad Avenozar”. Estamos sin duda ante un ligero error de lectura o trascripción: una forma Abenozaz, terminada en z con arreglo a la etimología que luego explicaremos, pasó a Avenozar, terminada en r, simplemente porque el ángulo inferior de la z, ligeramente curvado, dio la sensación de estar ante una r. Probablemente existe otra mención muy anterior, del año 1.006, hecha por el historiador árabe Ibn Mudari, recogida por Fernando Galtier en su obra Ribagorza, condado independiente, que dice así: “El día 16 del mes de dul-ka-da (16 de agosto) Abd –al Malik ordenó la penetración en territorio enemigo. Los estragos del ejército musulmán se dejaron sentir ya en la llanura y después la soldadesca se dedicó a destruir el castillo de Abinyunas, que había sido abandonado por la guarnición. Desde Abinyunas el ejército musulmán se dirigió a Sant Buanis, donde la caballería pudo desplegarse y destruir a placer todo lo que encontraba a su pas…”. Existen sólidos argumentos lingüísticos y geográficos para identificar este Abinyunas con nuestro Abenozas, pero la complejidad del tema exigirá una extensión de la que aquí no disponemos. Sí podemos, en cambio, aclarar la variante abin o aben porque lo exige el topónimo que estamos estudiando.

En lengua ibérica la palabra más usual para designar al árbol es abe. Si con ella queremos construir una oración de relativo utilizaremos el pronombre n, de modo que abe-n significará “el que tiene árboles” o “el lugar que tiene árboles”. En cambio, si queremos expresar la idea de que “criarse, hacerse árboles” o “crecer los árboles” nos valdremos del infinitivo in, hacerse, criarse, esto es, abe-in. Ambas construcciones son frecuentes en toponimia: abe-in, tras la elipsis al final del primer término, da abin, forma documentada para el lugar de Abi, en el municipio de Seira; o puede dar también aben con reducción del diptongo ei>e, como es el caso de Benavente, en el que comprobaremos que subsiste el infinitivo in.

En la variante Abinuyas la construcción presente es probablemente abin, y con toda seguridad en Abenozas aparece aben (abe+n). Completa la composición el adverbio oztaz, con un grupo consonántico zt que se simplifica en z, y con pronunciación fricativa apicoalveolar de la z final; significa “apenas” y cambia totalmente el sentido de la oración. La unión aben-ozaz se efectúa mediante yuxtaposición necesaria. El significado no puede ser más simple y acertado: “El que apenas tiene árboles”.


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© Bienvenido Mascaray bmascaray@yahoo.es

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