Epigrafía
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La vida del hombre es muy fugaz y se detiene inopinadamente. Ante la certeza de que la guadaña va a segar el hilo de la vida de inmediato, quizá sea el dolor por el abandono inevitable de tantas cosas queridas la sensación primera y más fuerte: nuestros proyectos y esperanzas, las aficiones a veces absorbentes, los goces de la vida, el trabajo y los bienes cuya posesión y disfrute se ha erigido en razón cotidiana y permanente, alguna persona querida…De ello nos habla la estela funeraria cuya fotografía reproduce Pellón (Iberos, pag. 271), y cuyo análisis hasta la saciedad se contiene en las pags. 147 a 158 de la Epigrafía prerromana bajo el título inscripción ibérica de Iglesuela del Cid (Teruel), un texto ya clásico en nuestra lingüística ibérica. Al inicio, la mencionada fotografía junto al croquis de situación de la piedra cuando fue hallada en una de las jambas de una puerta, obra de Luis José Velásquez, y tomada de la obra segunda.
Parece como si los autores hubieran intuído el gran interés de la inscripción y por ello le hayan dedicado tanta atención. En primer lugar, hay en ella una nueva manifestación del espíritu artístico de nuestros antepasados: antes de la declaración final, el autor abre tres párrafos siempre con verbos en infinitivo que empiezan todos ellos por i: igon ige, iniusi, ildu, sin que la elección afecte a la propiedad y expresividad del texto que resulta de una gran belleza. Nuevo ejemplo del dominio de la lengua y de la cultura de los escribas prerromanos.
Después, el contexto nos va a permitir identificar plenamente el valor de un signo de la primera línea (similar a una Y) que ha permanecido misterioso desde la aparición de los trabajos de Gómez Moreno, La escritura ibérica (1.943), y su Misceláneas. Historia-Arte-Arqueología en 1.949, hasta nuestros días. Aparece por dos veces (lugares 4º y 7º) en la primera línea de la inscripción que vamos a analizar, la cual línea consta de ocho caracteres. El que ocupa el lugar 4º va precedido de N, y el contexto nos dice que vale por la vocal i. El situado en 7º lugar va precedido y seguido del signo ibérico correspondiente a la i latina, y el contexto nos dice que vale por n. Es decir, nuestra letra misteriosa tiene doble valor: de i cuando se sitúa junto a n, y de n cuando está junto a i. La razón de ser de este signo y de su ambivalencia estriba en el deseo del escriba de no insertar grupos de letras tan semejantes como la (n) y la (i) que podrían inducir a confusión en la lectura. Esta valoración queda plenamente probada en muchos otros textos ibéricos, y para comprobarla puede leerse, a continuación, el capítulo Abandono (II) de esta obra.
A). Trascripción.
I-GO(KO)-N-I-GE(KE)-I-N-I-I-L-DU(TU)-BE(PE)-L-E-Z-E-BA(PA)-N
B) Secuencia.
IGONIGEINIILDUBELEZEPAN
C). Lectura.
Igon ige(ri), ini(usi), ildu belez, epan.
D). Análisis morfológico.
Igon: v.: subir, ascender, progresar.
igeri: adv.: en abundancia
iniusi: v.: variante de jujusi, gozar. El DRALV nos da las voces, con sufijo modal –ki, iniuski y jujuski, gozosamente, agradablemente.
ildu: v.: matar.
belez: n.: cuervos. Belez, beles o belex es una raíz de la que proceden multitud de derivados: belexo, cuervo pequeño; belexega, cuervo, corneja; belexina, idem; belatx, belatxi, belax, etc.
epan: v. epa(tu), indeterminado: se acabó.
E). Análisis fonético.
-Observemos la falta de desinencia en ige(ri) – ini(usi)
-Asimismo, la permanencia de la –i final de ini ante la i- inicial de ildu, para hacer posible la comprensión del texto.
- Ildu es un ejemplo de infinitivo terminado en –du no contaminado sino originario.
- Una vez más, el valor tan inestable de la –z final: /z/, /s/, /x/.
F). Traducción propia.
Tener más, gozar, matar cuervos: se acabó.
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