Epigrafía
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Seguimos moviéndonos por tierras de Carpetania, concretamente por algún lugar de la actual provincia de Cuenca, de donde, al parecer, procede la pieza con la inscripción ibérica que vamos a estudiar a continuación. Inscripción ibérica sí, que no céltica o celtibérica, como suele afirmarse. Y si a la prueba proporcionada por el anillo de Santorcaz (Toledo), ya examinado, unimos esta otra de Cuenca y todas las que han llegado a mis manos de esta zona, más el conjunto de inscripciones monetales, más el muy numeroso grupo de topónimos y etnónimos “carpetanos”, sobran argumentos para concluir que, al igual que dejamos establecido con el pueblo o pueblos celtíberos, el pueblo carpetano, siempre según el criterio lingüístico, no tuvo jamás una existencia diferenciada con respecto al pueblo ibero. Nueva supresión de límites y fronteras, mayor difusión de la lengua ibérica, menor extensión de la tan manida área indoeuropea…
En las páginas 212 y 213 de la varias veces citada Epigrafía prerromana, de la Real Academia de la Historia, se fotografía por ambas caras y se estudia, después, con detalle, una pieza fundida que perteneció a la Colección Turiel con el número 5; de aquí la designación como “Turiel 5” o CT-5. Pero ya en el título es llamada también “Tésera de Slania”, nombre absurdo donde los haya, pues resulta de una mala lectura del texto, habiendo interpretado Slania donde, en realidad, dice Slanilge (léase Slanilgue), y mereciendo el honor de dar nombre al objeto (lea, sonría y olvide tanto disparate y artificio) por lo que transcribo:”Slania, aunque también recuerda antropónimos como Slavius, Salavia, más bien debe relacionarse con Slaniai, que se documente como antropónimo femenino celta en una inscripción lepóntica y en un personaje escocés… Sin embargo, también aparece en hidrónimos, como Esla (Meseta y Teruel), Esles (Cantabria), Eslines (Huesca) y, en especial, Sláine o Slaney… En esta inscripción, Slania se ha interpretado como un ablativo singular de un tema en –a-, que sería un determinante indicador de la procedencia, sistema de denominación atestiguado en alguna otra de estas piezas y que ha perdurado en la forma de indicar el origen en la tradición popular española prácticamente hasta nuestros días”. Pues bien, slanilge es, como veremos en el análisis, una composición iberovasca (ez lan il-ge) que, refiriéndose al cerdo, “no trabaja (o produce) sin morir”.
Pero sigamos la lectura de aquel estudio. Se inicia la descripción diciendo: “Tésera de hospitalidad en forma de cabeza de carnero…”. Ya sabemos que en epigrafía ibérica no hay una sola tésera que contenga un pacto de hospitalidad, y el análisis de la que nos ocupa corroborará este aserto. Tampoco hay cabeza de carnero: el escriba nos presenta abiertamente un hocico de cerdo. Vayamos ahora a la transcripción y lectura: se nos dice que debemos leer uentioko:slaniaz, cuando, en verdad, está escrito aemtioko:slanilge, diferencia de importancia suficiente como para obstaculizar el conocimiento. Y es que el dominio de la lengua nos brindará un contexto, siempre operativo, que, en los frecuentes casos de dificultad de lectura, nos guiará hacia la solución pertinente.
El primer párrafo de la interpretación que se pretende hacer constituye todo un paradigma de la ignorancia, de la osadía, del disparate, de la falsa erudición. Dice así: “Se trata de una inscripción simple que cabe interpretar como (Tésera o pacto de hospitalidad) de Ventioco (de la población de) Slania (o Slaña). Uentioko es un genitivo singular de un adjetivo en –oko-, muy frecuente en Celtíbérico, cuya parte inicial probablemente se debe relacionar con otros antropónimos celtibéricos, como Ueniakum o Uentanaka, que ofrece la misma raíz Uent-, también documentada en antropónimos romanizados como Vendiecus, Vendio, Vendiricus, etc., que se han relacionado con el adjetivo *uindos, “blanco”, si bien existen otras etimologías posibles”.
Ignorancia, osadía, disparate, falsa erudición… ¿Porqué?. Por primera y última vez en esta obra voy a detenerme en la crítica al error constante, general y puntual:
- Ya hemos repetido que no hay en epigrafía ibérica téseras o pactos de hospitalidad. Ello supone que varios millones de palabras escritas deben pasar a la “papelera de reciclaje”.
- No hay un antropónimo Ventioco (es, realmente, la composición iberovasca aemen ti okotz).
- Ya hemos visto que ni existe una población llamada Slania ni, siquiera, se pueda leer de ese modo.
- La proliferación de supuestos antropónimos, también habitual en Toponimia, es tan solo un expediente para salvar la incapacidad de interpretación del texto. A este respecto, la obra de Jurgen Unterman Monumenta Linguarum Hispanicarum ( y otras muchas vinculadas o influenciadas) es un azote del cielo sobre la Lingüística Española.
- La lengua ibérica primitiva (de la que procede directamente el euskera) no era lengua de flexión, no conocía la declinación y, por consiguiente, no hay genitivo singular posible: la supuesta desinencia –oko es, ciertamente la voz iberovasca okotz, hocico, que en ibérico es okoz pues, como sabemos, esta lengua carece de las consonantes dobles ts, tx y tz, particulares del euskera, y que, posteriormente, sufre el enmudecimiento de la consonante final.
- Guárdese para cuando proceda la palatalización de /n/ ante /i/.
- No existió jamás la lengua celtibérica.
- La raíz uent- es pura imaginación en lengua ibérica, ya que la única voz que podría contenerla, uendila (uentila) significa “especie de insecto acuático parecido a una araña”
- Uindos no es voz ibérica.
Puede dar la impresión de que pretendo cebarme en la crítica, zahiriendo incluso: nada más lejos de mi intención y propósitos, como lo prueba el haber suprimido la cita de cualquier autor hispano. El motivo de la filípica es el siguiente: el desastre expuesto no es un caso aislado; bien al contrario se reproduce en términos parecidos, sin faltar episodios más graves, con toda generalidad. Hay un inmenso muro hecho de errores, fantasías, ligerezas y malas copias, en el que cada piedra o guijarro se apelmaza con un cemento de barro y, en conjunto, constituye una fábrica imbatible, altanera, intocable por la ciencia y el trabajo de tantos y tantos hombres sabios que han aportado su esfuerzo y dedicación. Pero esta situación no puede continuar pues el error es tan grave, extenso y trascendente que ha acabado por impedir en esta área hasta el más pequeño progreso. En primer lugar, pues, por la ciencia en sí misma. Pero sobre todo, porque no es admisible engañar a tantas y tantas generaciones de estudiantes que, lejos de recibir la enseñanza adecuada, resultan martirizados primero, y cargados con un acerbo inútil, después. La solución, que preveo muy lejana pues será más sencillo ignorarme o ridiculizarme, pasa inevitablemente por
- La clausura de los estudios no válidos.
- La indemnización a los estudiantes.
- El reciclado de los profesores
Vamos ya con el estudio muy sencillo de esta tésera, tras reproducir las fotografías de la cara y el dorso de la misma:
A). Trascripción.
A-E-M-DI(TI)-O-GO(KO)
Z-L-A-N-I-L-GE(KE)
B). Secuencia.
AEMTIOKO
ZLANILGE
C). Lectura.
Aem(en) ti oko(z)
(e)z lan il-ge
D). Análisis morfológico.
aemen: adv. con valor demostrativo: he aquí.
ti: n: cerdo.
okoz: n.: hocico.
ez: adv. de negación: no.
lan: v. lan (egin), trabajar. Obsérvese la falta de flexión pues la misma forma lan expresa el infinitivo, el agente de tercer grado (el que trabaja o el trabajador), la 3ª persona del singular del presente de indicativo (trabaja, en este caso), la tercera del plural (trabajan), etc.
il:: v.: infinitivo de il, morir.
-ge: sufijo que indica privación: sin.
E). Análisis fonético.
1. aem(en) es un bonito ejemplo de elipsis al final del primer término, medida por la haplología; en efecto, aem-en = aem(en).
2. como ya hemos dicho, okoz (en el DRALV okotz) enmudece su consonante final: okoz > oko(z).
3. la caída de la vocal inicial en (e)z es realmente interesante. No es un caso de aféresis de vocal inicial silábica tan frecuente. Se inscribe este fenómeno en la afirmación general que hace Luis de Mitxelena en su obra Fonética histórica vasca, Diputación Gral. de Guipúzcoa, San Sebastián 1.999, sobre la máxima inestabilidad al principio de palabra. Con todo, hallamos otro caso idéntico en el texto epigráfico contenido en el bloque del Cerro de la Bámbola (Bílbilis) que se inicia así: (e)z dagun…
F). Traducción literal.
Para interpretar cabalmente este texto hay que recordar que el pueblo ibero era esencialmente ganadero, más que agricultor, según predican infinidad de topónimos, etnónimos (recordemos, por ejemplo, Baliaride, “los que se valen de los carneros”) y textos epigráficos. Los animales domésticos, tan esenciales para su vida y trabajo, formaban dos grupos muy diferenciados: 1. Los que producían una utilidad diaria, continua, y que por ello “trabajaban” durante toda su vida. Así todos los équidos (caballo, mulo, asno); los bóvidos (el buey para arar y acarrear, la vaca con su leche y crías), los ovinos (la oveja con leche y, sobre todo, lana), el perro, las gallinas, y otros varios. 2. Los que estaban destinados al sacrificio, al engorde, y que no rendían provecho alguno mientras vivían, que no “trabajaban”, en una palabra. El animal prototípico de este grupo era el abundantísimo cerdo. Ahora quedará muy diáfano el sentido literal de esta tésera: “He aquí el hocico de un cerdo: no trabaja sin morir”.
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